36.

233 29 9
                                    

Los días pasan tan veloces como un cuento. Después de la entrega del proyecto individual y las prácticas finales, se darían por concluidas las pasantías, eso en menos de un mes. De alguna manera, he estado aferrándome a un milagro, esperando que las cosas entre Sunghoon y yo progresen, aunque evidentemente todo empeora.

Es un sábado con muchas qué hacer, aún me faltan muchos puntos a desarrollar para poder concluir mi proyecto y Sunghoon me insinuó ayudarle con el suyo, cosa que quedó en el aire luego de que decidiera irse a hacer ejercicio después de comer, sin preocupación alguna. ¿Acaso está confiando en que yo haré su trabajo? El mío aún va por la mitad.

Terminé de ordenar los platos recién lavados y salí de la cocina para dirigirme hacia la habitación, dispuesto a dedicar toda mi tarde a mi trabajo incompleto, sin embargo la puerta entreabierta de la habitación de huéspedes me llamó la atención, sabía que Sunghoon se encontraba haciendo ejercicio ahí y la curiosidad de mirar me impulsó a asomarme solo un poco para admirar el panorama. Él tenía el torso completamente desnudo y llevaba un ritmo veloz y constante de flexiones que marcaban su abdomen. Me fue imposible no quedarme prendado de la manera excitante en la que su cuerpo brillaba bajo las gotas de sudor que surgían con el calor y de esa masculinidad de sus músculos firmes que denotaban fortaleza.

Muchas cosas en ese momento cayeron sobre mis hombros de manera figurativa, como el estrés del proyecto, los problemas con Sunghoon, mis pesadillas, mis recuerdos, mis sentimientos, toda la frustración, la melancolía y añoranza que se transformaron en sensibilidad, una sensibilidad inexplicable. Solo era un chico inexperto como para poder lidiar con todo eso de buena manera, eso pensé mientras me alejaba de la puerta para seguir mi rumbo hasta la habitación. No había notado cuán caliente se encontraba mi rostro ni siquiera había notado el temblor en mis manos cuando cerré la puerta con el seguro. Me quedé en blanco, no pensé nada en absoluto como en un ataque de ansiedad, me dirigí hacia mi cajón de ropa interior, introduje mi mano hasta el fondo, logré tocar la mochila y un poco más allá encontré lo que estaba buscando. Solté un suspiro de vergüenza cuando lo tomé entre mis dedos y lo saqué. Me quedé admirando aquel consolador que había comprado en un ataque de frustración hace tres años, que solo había utilizado una vez y juré jamás volverlo a usar, pero aquí estaba yo, con intenciones de usarlo por segunda vez.

No me juzgué, tampoco me puse a pensar si estaba moralmente correcto porque nada de ese protocolo tonto me interesó en lo absoluto. Cerré el cajón y me levanté con la decisión de deshacerme de la ropa de inmediato. No sonreí, me encontraba tan serio como la primera vez que lo usé. Cuando el aire se coló por sobre mi cuerpo completamente desnudo, me dejé caer sobre las sábanas de la cama, asegurándome de que estuviera del lado de Sunghoon para aspirar su aroma varonil y dulce impregnado en las almohadas.

Mi entrepierna sintió esas ligeras descargas de deseo que me impacientaron. Aun así tomé mi tiempo, busqué la posición más cómoda para hacerlo, dejé que mis rodillas sostuvieran el peso de mi cuerpo y permití que mi cabeza tomara descanso sin necesidad de levantarla de las almohadas, extendí mis piernas a los lados y levanté el trasero para tener un mejor acceso a mi entrada. Aunque mi respiración estuviera pesada, decidí no perder el control, Sunghoon no podía enterarse de nada de lo que iba a suceder ahí, tendría que ser cuidadoso y reprimirme, ningún ruido podía salir de mi boca.

Mi diestra, la que tomó el consolador, me ayudó a humedecer la punta de goma con saliva para después conducirlo hasta mi entrada. No negaré que sentí miedo porque me sentí más frágil que nunca, pero recordé que se trataba de mí y que yo podía guardar este secreto muy bien. Así que con delicadeza rocé el juguete en mi entrada, disfrutando de la sensación extraña y curiosa que surgió al instante. Cerré los ojos y me mordí los labios con fuerza antes de deslizar lentamente la punta dentro, reviviendo aquel ardor punzante de la penetración, pues hace muchos años que nadie me lo ha metido —ni yo— y solo por eso lo hice con cuidado, sin arriesgarme a nada brusco, solo la punta y un poco de roce.

Sunoo, el chico flor ⪼ SunSunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora