CAPITULO 25:

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DICCIONARIO ANTIOQUEÑO (Léelo antes de empezar)

* Achante: Vergüenza  / Volver la cocina una melodía: Ensuciar  / Pocillo: Taza  / Atorombolar: Atontar / Irse de hocicos: Caer al suelo de frente

***************

—Así que cuando él llegó a la casa, empezaron los problemas.

Paulina tragó saliva, la boca sabiéndole amarga cuando puso una taza de café frente al padre, y otra para ella.

Se había prometido que del tema de su padrastro no volvería a hablar en la vida, y menos decírselo al padre. Pero él los había ayudado tanto últimamente, y las palabras de Emilia lo habían preocupado tanto como a ella, que no tuvo de otra que confesarse.

A pesar de que no iba a dar mayores detalles.

—Creía que seríamos más felices con él. Que mi madre sería menos hosca conmigo al tenerlo en la casa. Su rostro se alegraba cuando él llegaba—se calentó las manos en la taza—pero no fue así. Bebían juntos, se iban y me dejaban durante toda la noche en la casa... pasaron cosas... que hicieron que yo empezara a temerle.

El padre le dio un sorbo a su café, sentado en la mesa de la cocina frente a ella.

—Te golpeaba.

Algo más que eso, podría decir. Pero como no le relataría aquellos abusos que la habían marcado tanto... prefirió solo mentir un poco.

—Más veces de las que recuerdo. Y mi madre también. Por todo. Nunca la satisfacía nada de lo que yo hacía. A todo le encontraba un pero. Y era peor si estaban borrachos.

—No tendrías que haber pasado por todo eso. Emilia tenía razón al decir que no quería dejarte, pensando que ese hombre te haría daño.

Ella le dio un sorbo a su café, y aunque estaba delicioso, no le removió el amargor de la boca.

—Emilia y Jerito son muy listos.

Él se enderezó.

—Tengo otra pregunta. Algo que no me queda claro.

Ella ladeó la cabeza, solo por una vez, divertida en medio de esa conversación tan agobiante.

—Padre, se suponía que yo solo respondería a la pregunta de si Jesús nos había hecho daño.

El rió un poco avergonzado y ella no pudo por menos que unirse a sus risas. El rostro se le había puesto colorado del achante por haber metido las patas.

—Lo sé, y perdóneme. No haré la pregunta. Habíamos convenido en ni siquiera hablar del tema.

Ella negó.

—Está bien. Solo pregúnteme. Pero será la última. Más porque si sigo hablando aquí, no les tendré listo el almuerzo y no podré seguir ordenando la casa.

—En su casa de Belmira vivía con su madre y su padrastro Jesús, antes de que escaparan. Que fue después de la muerte de su mamá

—Sí—le dio otro sorbo al café

—¿Qué hay del papá de Emilia y Jerónimo? ¿Quién fue?

Se atragantó con la bebida hasta tener un ataque de tos, y de no haber sido por el padre, la taza habría caído al suelo quebrándose, y volviendo la cocina una melodía.

—¡Mierda!—él atrapó el pocillo, dejándolo en la mesa y se puso de pie para darle palmaditas en la espalda, mientras ella tosía—otra línea sensible.

—Y tanto—se levantó también en busca de un vaso con agua.

Ese tema era intocable para ella. ¿Qué le diría el padre si supiera que el mismo Jesús, su padrastro, era el papá de sus hijos? ¿El maldito que la había embarazado entre tantas violaciones a lo largo de los años?

—Paulina, perdóneme.

Ella negó bebiendo el agua.

—Usted no tiene la culpa. No podía saberlo—tosió una vez más—pero en el futuro no más preguntas ni menciones del tema.

—No tiene que decírmelo ya. Si con estas dos metidas de pata no me quedó claro, puede golpearme con una olla en la cabeza hasta que lo entienda.

Apretó los labios.

Eso jamás podría hacerlo, a menos que quisiera quedarse sin trabajo. Que imprudente era el padre.

—No lo haré. Pero prométame que nunca más dirá nada de esto—Paulina le dio la espalda para lavar el vaso

—Se lo prometo—recibió también las tazas que él le presentaba.

—Entonces quedamos a mano.

Y cuando dio la vuelta para volver a verlo, estaban más cerca que antes.

—Lamento todo lo que tuvo que pasar siendo una niña. No merecía nada de eso. Nadie lo merece.

Ella solo entrelazó las manos al frente. Si las ocultaba de su campo de visión, él no se daría cuenta que le temblaban.

—Ya todo eso es pasado y terminé por acostumbrarme. Igual mi madre ya no vive, y no estamos en Belmira.

—Tiene razón. Pero le garantizo una cosa.

Inhaló hondo como para ver si así a sus pulmones les llegaba oxígeno. Porque con la colonia que él tenía puesta, hasta se sentía lejos de la tierra.

—Mientras esté bajo este techo—se acercó más—sus hijos tanto como usted, van a estar a salvo.

—Gracias—fue lo único que pudo susurrar.

No supo cuando fue que él se acercó tanto que pudo distinguir todos los matices que tenían sus ojos verdes, lo único de lo que estuvo segura, fue que no se podía mover aunque lo hubiera querido. Que él podría haberla agarrado en ese momento, y ella ni presentaría resistencia.

—Gracias a ti por la conversación y por el café. Estaba delicioso.

Y cuando se marchó la dejó tan mareada y atorombolada, que de no haberse afirmado del mesón de la cocina, se habría ido de hocicos al suelo.

¿Qué era lo que había pasado? ¿Por qué tenerlo cerca no la había asustado como le pasaba tanto con su padrastro?

Y más extraño aún...

Se llevó la mano al estómago.

¿Por qué sentía como si el corazón le latiera en el vientre y no en el pecho?

¿Sería que se iba a enfermar?


NOTA DE AUTORA:

ESTOY EN COMPLETA QUIETUD DESDE EL HOSPITAL Y ABURRIDA AGUARDANDO EL EXAMEN A LAS 4 PM, ASÍ QUE SÍ PUDE DARLES LOS CAPITULOS JAJAJAJAJA

DOS MAS Y YA EN SERIO NOS VEMOS EL PROXIMO FINDE

BESOS

LAU<3

LAU<3

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ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora