CAPITULO 31:

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DICCIONARIO ANTIOQUEÑO (Léelo antes de empezar)

* Paila:  Olla donde se sofríen alimentos

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Para la noche, su cabeza era un desastre de tamaño colosal – una de las palabras enseñadas por Abel – no tenía concentración alguna en nada de lo que le dijeran, a pesar incluso de dedicarse a varias cosas tras el término de la clase con el padre. En las sesiones con Luis ni culo de historia le había entrado en la cabeza; y a la hora de la cena casi había metido la paila de los huevos a la nevera y la caja de leche en el fogón.

De semejante forma la habían desestabilizado los sucesos de la tarde.

Solo cuando los cinco se sentaron a la mesa, ella pudo respirar y centrar su cabeza. Porque los dos padres habían llevado tanto la batuta con la conversación, que ella se quedó calladita en su banco comiendo espaguetis, recordando y recordando el ligero beso de la tarde.

¿Qué debía sentir? ¿Qué debía pensar? ¿Tomarlo todo como un simple error de parte de ambos? Ella no sabía. Quería hacerlo, verlo de esa forma. Pero era lo que la había hecho sentir, lo que le impedía considerar el beso como un simple error ¿Por qué era él quien había huido en su lugar?

Casi se atragantó con el refresco, cuando alguien le dio un toquecito en el hombro.

—Mija, Paulina. ¿Estás oyendo? O en qué planeta te encuentras—Luis se rió.

—¿Perdón?

—Los niños te están contando excelentes noticias y tú pareces como ida.

Solo atinó a ver a Abel dos segundos, que al verse observado miró para su plato.

—Lo siento. Estaba distraída. Pensaba... en muchas cosas.

Miró a sus hijos, que esperaban que ella les escuchara, y se sintió mal.

—Te contábamos que en la escuela va a empezar la preparación para la primera comunión y confirmación. No sé qué es eso pero mi profesora dijo que ya tenía la edad para hacerlo—volvió a empezar Jerónimo.

—Y Emilia con el bautizo. Me lo dijo la hermana Soledad.

—¿Cómo? ¿Cuándo?

Abel entonces la miró.

—¿Los niños no tienen los sacramentos?

—Nunca los hicimos. No lo consideré necesario, a pesar de que mi madre y mi abuela si me bautizaron de pequeña.

—Es algo muy importante, hija. ¿Cómo se los negaste antes?—la reprendió Luis con suavidad.

Ella dejó su plato sobre la mesa.

Debían preguntarle mejor cómo se los iba a dar si ni ella misma sabía en qué consistía eso y porque nunca los había recibido. No seguía a Dios porque nadie le había hablado jamás de Él. Y como hasta el momento no le había impedido o ayudado en nada, no lo había visto necesario.

—¿Paulina?—la llamó el párroco, y ella tuvo todas las miradas sobre sí.

—¿Qué quieren que les diga? Ni yo misma sé quién es Dios, ¿Cómo he de enseñarles a mis hijos?

Ambos se vieron.

—Eso explica muchas cosas—refunfuñó Luis poniéndose de pie, con los platos para el fregadero.

—¿Qué sacramentos te han dado a ti?

Ella le sostuvo la mirada con mucho esfuerzo, y sintió que se le teñían las mejillas.

ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora