DICCIONARIO ANTIOQUEÑO (Léelo antes de empezar)
* Orondo: Elegante / Ñatas: Narices
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Cuando el padre Luis se retiró para la misa de la noche y Paulina se quedó a solas en el comedor con Abel, prefirió enfocarse en lo que su pequeño Jerónimo leía para la catequesis. Sostenerle la mirada al padre Abel era difícil cuando no habían palabras de por medio, y desde aquella vez en que él la había consolado por una pesadilla con Jesús, sí que abundaban esos silencios. Él la miraba con mucho interés, queriendo saber todo lo que hacía y sonriéndole cuando sus miradas se encontraban; eso la ponía nerviosa. Sentía, pero a veces por miedo y timidez, simplemente quería no hacerlo, pues su cuerpo era más consciente de su relajada presencia cerca de ella, de su colonia, de cada ligera respiración; y lo que le causaba en el corazón acelerado o en su bajo vientre la desconcertaba.
¿Sería que sí estaba enamorada de él? Qué infortunio no tener con quien hablar y desahogarse.
—... Todo esto es, Palabra de Dios.
Terminó el pequeño, cerrando su cuaderno. El padre solo sonrió, revolviéndole sus cabellos.
—Cada vez mejoras más, Jero. Lo has hecho muy bien—vio que los ojitos de su niño brillaban de entusiasmo.
—¿Sí le parece, padre?—él afirmó.
—Así es. Y es un orgullo para mí, ver tus progresos—él se levantó de la silla muy contento.
—Gracias. Mi papá nunca me lo había dicho.
Y corrió fuera a donde Emi jugaba con una nueva pelota que el padre les trajera. Paulina lo siguió con la mirada, con cierta nostalgia. Porque le encantaba ver a su niño progresando y contento, pero le dolía no haberle podido permitir eso antes. Que sufriera tanto con Jesús, y que no hubiese tenido el padre que a ella le habría gustado darle.
—Lo veo más contento comparado a cuando llegó.
Con timidez volvió a ver al padre, cayendo en cuenta de que se habían quedado solos.
—Cuando llegó tenía miedo. Ahora se siente libre.
—¿Lejos de Jesús o de su padre?
Ella tragó con dificultad, y hubiera querido que el párroco no fuese tan insistente con su mirada.
—De Jesús. Solo de él.
Porque su padre y el verdugo de ella, eran el mismo hombre.
—¿Y qué hay de ti?—él apoyó los brazos en la mesa
—¿Yo qué?
—¿Te sientes libre, Paulina?
Ella lo meditó, con la cara apoyada en la mano.
—Un poco sí. Pero a veces... a veces es difícil.
Muy difícil. Principalmente en la noche.
—¿Por qué?
—¿Miedo? Llevo tanto tiempo a la sombra de él, que me cuesta creer que todo terminó y yo soy libre por fin. Por momentos me siento hasta presa de mí.
—Será poco a poco. No volverás a sentirte en paz de la noche a la mañana, cuando tu mente ha vivido tanto en alerta.
—Tienes razón.
—Pero no has olvidado lo que te dije, ¿verdad? Aquí estarás a salvo.
Ella no pudo evitar sonreír.
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ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)
RomanceNoche. Oscura y silenciosa noche. Sin saber si con el favor de ese Dios que ella no conoce, o guiada por el diablo... Paulina se ha valido de ella para huir de su casita de campo en Belmira, Antioquia con sus dos pequeños de seis y diez años, lejos...