CAPITULO 42:

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* Pomada: Crema cicatrizante / Vereda: Asentamiento de casas alejadas del pueblo, principalmente en el campo

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Sangre.

Sangre seca y más de la que él se había supuesto solo con las manchitas de su vestido. Tenía unas pequeñas heridas abiertas, pero no era eso lo que lo había impactado. Eran los moratones que le llenaban casi toda la espalda como un mapa. De todos los colores y sumamente dolorosos. Sor Auxilio había hecho más que simplemente golpearla. La había tirado a matar.

Miró de hito en hito cada centímetro de piel, y ante tal atrocidad no hubo manera de verla con deseo como ella temía. Solo con compasión y tristeza del daño que le hicieran; y rabia de no haberse vengado más de Sor Auxilio, a pesar de que él fuera el primero siempre en pie de que la venganza no traía nada bueno. Sinceramente no supo ni por dónde empezar a curar, con miedo a causarle más dolor.

Ella volteó ligeramente la cabeza.

—¿Abel? ¿Por qué no dices y haces nada? ¿Está tan mal como creías?

Dios misericordioso, no.

—¡Está peor de lo que yo pensaba, Pao—exhaló preocupado—esa bruja no te partió la columna porque mi Dios es muy grande.

—¿Tan mal está? ¿Qué tengo?

Él fue por un espejo que había en el pasillo y otro del baño del primer piso para que se viera. Reflejó los dos y ella soltó una exclamación.

—Paulina, yo voy a hacer lo que más pueda como curación, porque milagros no hago, pero mañana o el lunes es preciso que te vea un médico o te valoren en urgencias. Me preocupa que esa demonia sí te haya quebrado o astillado algo.

Le devolvió el espejo.

—Pero no me duele. O bueno, solo un poco cuando lo tocas.

—No importa, pequeña. Mejor cerciorarnos.

Devolvió los espejos a su sitio y empezó la curación, humedeciendo las gasas en el agua tibia.

—¿Lista?

—Solo hazlo.

Pasó con delicadeza el paño por la sangre seca para limpiarla, cuidando no hacer demasiada presión en los hematomas. Ella dio un ligero respingo.

—Tendrás que dormir boca abajo por unos días.

Negó.

—No te preocupes. Eso no representa... problema alguno—la sintió apretar los dientes cuando él frotó un poco donde no salía.

—Perdón. Es necesario retirar la costra de sangre seca o se infectará.

Un ligero quejido y la mano de ella se afirmó del borde de la mesa. No le habló más mientras la curaba, aunque él sabía que eso le ayudaría a distraerse; porque el solo tenía en la cabeza el dolor de esos moratones, y la rabia hacia Sor Auxilio; y no creía que de decir algo fuese delicado.

Mientras limpiaba el jabón de la espalda con el paño muy húmedo a pesar de que eso mojaba el suelo, se imaginó lo mucho que le habría encantado castigar más fuerte a la hermana. Darle una reprimenda que de verdad se mereciera. Tendría que confesarse después por pensamientos tan oscuros, pero lo valía, sólo por saldar la deuda de esa señora con Pao, haciéndola pagar setenta veces siete el daño hecho... si se apegaba a los Evangelios.

Enviar a una monja sanguinaria al Chocó no era suficiente. No, si esa misma tarde él podía ir a denunciarla y que la policía se encargara como lo creyeran pertinente.

ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora