CAPITULO EXTRA, PARTE 2

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Los minutos se fueron desgranando con lentitud. Cada uno de ellos más angustiante que el anterior. Abel le dio todos los ánimos que tenía, siendo el fuerte de los dos, aunque su propio corazón estaba arrugado, y su estómago en un nudo. No quería ni podía verla sufrir. Se le rompía el alma solo de notar sus ojos angustiados y que se sentía enferma al borde de la muerte. Sin contar que también le preocupaban Eloísa y Daniel.

—¿Tú sabes que yo te amo con toda mi alma? —le susurró, sin dejar de acariciar su mejilla.

Ella solo lo miró con ternura.

—No más que yo a ti, Abel.

La manito conectada al suero, lo buscó, y se aferró a él, con nerviosismo.

—Y ya estamos por conocer a nuestros tesoros—se emocionó.

—Los huevitos de tu tatuaje dejarán de serlo.

Intentó distraerla, mientras todo el personal médico trabajaba en ella.

—Te garantizo que se parecerán a ti. Hermosos y fuertes como su madre.

Como esa mujer que lo había enamorado hasta la pecueca solo con una sonrisa. La mujer que ahora era su esposa y compañera.

—A mí me gustaría más que se parecieran a su papá—tosió—nobles, amorosos, buenos con todo el mundo como lo eres tú.

Besó sus nudillos y le apretó más fuerte los deditos, dándole ánimos.

—Lina, ¿presión de la paciente? —interrumpió la doctora.

—Igual que antes, doctora. Alta, pero no ha subido más.

—Bien. Corten cordón. Tenemos a la niña.

Eso lo espabilo a él, y levantó la cabeza como un resorte, queriendo ver ya a su hija. Y aunque poco por la tela, pudo contemplar ese bultico rosadito y frágil. Su pequeña.

—¡Ya está aquí! —le susurró a Pao, besándole la sien, mientras los dos lloraban.

—Nuestra pequeña Eloísa, Abel.

El volvió a mirar, contento; pero de inmediato supo que algo no iba bien, cuando la niña no lloró como se esperaba, y que en cambio el pediatra se la llevaba a otra camilla, revisándola y friccionándole el pecho.

—¿Alex? —preguntó María Isabel solo mirando un segundo.

La respuesta fue como una sentencia a muerte.

—La bebé no responde a los estímulos y no se encuentra pulso. Procedo con reanimación.

****************

¿Sus oídos habían escuchado bien?

Miró a Abel, preocupada.

—¿Qué pasa?

Su corazón de madre le dio aviso de que no iban bien las cosas, antes de que el respondiera.

—Algo pasa con Eloísa.

—¡¿Qué tiene mi bebé?!—preguntó a todos, comenzando a llorar—¿Por qué no está llorando?

¿Estaba acaso muerta?

Giró la cabeza en busca de donde estaba el medico intentando salvarla. Jero había llorado con fuerza al nacer, Emilia se había tardado, pero también lo había hecho. ¿Qué pasaba con su princesa?

—Alex, ¿Cómo va?

—Nada de pulso, doctora.

Le faltó el aire, del pánico.

ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora