CAPITULO 71:

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* Chaveta:  Cabeza

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Con qué ternura la amo. Paulina se arqueó sobre la cama en un grito mudo. Con qué suavidad le había quitado la ropa interior dejándola junto a la pijama y la había recostado entre las sábanas.

—Uy, no pares—su ceño se frunció ante las oleadas de placer que le llegaron mientras él lamía y mordía la piel de su estómago. Besos en el costado, cerca también del ombligo y la vista se le empezó a nublar.

—No pienso parar hasta que me sientas.

—Y aún y cuando te sienta, no pares.

Se retorció cuando sus labios llegaron a su monte de Venus. Debería estar en extremo cohibida. Sentir vergüenza por lo que él le hacía; y en su lugar no hacía más que rezar mentalmente por tenerlo encima. Porque cambiara esa imagen que ella tenía del sexo. Borrar el chip y que ya solo tuviera recuerdos dulces y bonitos con él.

¿Desde cuándo un hombre la había trastornado tanto, como para desear que le hiciera el amor?

Esa no era ella y sin embargo amaba la forma en que él le había robado el miedo y el pudor.

—Abel, vas a...

¿Hacer lo que ella no se imaginaba? ¿Desear más y matarla lentamente con la manera en que su boca la poseía? Sí. Definitivamente sí.

Le pareció que sus ojos veían el cielo. Que todo brillaba, o que ella bien podría estar perdiendo la chaveta. Porque se desconocía cuando él la tocaba. Cuando sus manos y su boca la...

—Dios misericordioso. No pares, por favor.

Pero él tuvo que hacerlo. Cuando estaba más al borde del precipicio, en pura caída libre.

—Me perdonarás pero no puedo seguir con esto—y se levantó.

—¿Qué?

¿La dejaría a medias?

—Tengo que parar esto, porque me tienes loco, y yo necesito hacerte mía ya.

Ella suspiró aliviada.

—Necesito tenerte. Y quiero que tú me sientas ahora.

Lo vio ir a la mesita de noche en busca de algo y al volver tenía lo que parecía un papel. No. Era un envoltorio.

—Por un momento pensé que te arrepentirías

Vio sorprendida que él volvía a estar erecto y que lo que se ponía era un preservativo. No dejó de mirarlo en todo el proceso, sintiendo que se mojaba de imaginar que se sentiría tenerlo dentro. No haciéndole daño. Amándola. Llevándola al éxtasis.

Volvió a ella.

—Créeme, pequeña. Hay bastantes cosas en la vida de las que me arrepiento. Pero de que hayamos decidido vivir este momento, nunca. Jamás me arrepentiría.

Ella se preguntó qué cosas lamentaría alguien tan correcto como él y que lo tenía todo. Pero ese no era el momento para indagarlo, así que lo guardó para después.

Retrocedió acomodándose en la cama mientras él gateaba hacia ella, cubriéndola con su cuerpo, maravillándose de lo hermoso que era. Fuerte. Lleno de vida. Con tatuajes de letras y dibujos intrincados en sus brazos y espalda. Vello rizado en el pecho. Imponía en su altura y complexión. Pero era en realidad un ser cargado de nobleza y bondad. Él se detuvo cuando su rostro estaba cerca del suyo, y le acarició el cuello y los hombros.

—Estás tensa. ¿Qué pasa?

Negó.

—No lo estoy. Con mil emociones, pero tensa no.

ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora