CAPITULO 60:

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Su querida Paulina era un ser con muchas cualidades, eso él no lo negaba. Pero sí que también tenía un gigantesco defecto y era su terquedad, pues cuando algo se le metía entre ceja y ceja, nada se lo quitaba, ni había poder humano que la hiciera cambiar de opinión. Lo supo durante esos meses de convivencia desde que ella había llegado a la casa cural. Y se le terminó de confirmar en la semana posterior a las confesiones, pues aunque quiso hacerla entrar en razón y que aceptara renunciar a su odio y rencor, ella no atendió razones. Pasó de insultarlo en los momentos en que luchaba por convencerla, a ignorarlo como si él fuese una simple pared o un estorbo en el camino. Y cuando pretendía interceptarla a solas en el cuarto, valiéndose de los pequeños, eran ellos mismos mandados por ella que le pedían que la dejara en paz.

Abel no supo que más hacer, salvo quizás en última instancia dejarlo todo en manos de Dios. Cada mañana y noche se la encomendó al Señor para que le ablandara el corazón y ella perdonara a quienes la habían dañado; rogando que el Buen Dios cambiara su corazón para darle los sacramentos; y aunque para lunes y martes tuvo fe, para el miércoles y parte del jueves, en la mañana esa se le desvaneció. Más cuando monseñor lo llamó en la mañana para saber si de verdad ameritaba su marcha a Don Matías. Abel se lo había garantizado, cuando ni él mismo sabía si esa Paulina aceptaría estar en gracia de Dios.

Los preparativos por otro lado marcharon con rapidez, para la fiesta que había previsto darle a los niños pobres del pueblo entre los que se incluían Paulina y sus hijos. Había contratado una orquesta que amenizara la reunión en el parque, pidió que los floristas del pueblo decoraran la iglesia de la mejor manera con ramilletes blancos en las bancas, y que una empresa de banquetes organizara el almuerzo. Ese día Pao no debía trabajar y no le pondría en la espalda el peso de hacer comida para tantos. Además que monseñor tenía que ser atendido según sus estándares supuestamente refinados. Que Paulina le sirviera y luego la tratara como una reverenda basura, eso no lo iba a permitir él. Así que mejor que alguien más se encargara de todo lo concerniente a la fiesta tras la Eucaristía.

Ese jueves en la noche, día previo a las primeras comuniones, aunque era bien conocido como el día de las velitas – se le prendían a la Madre del Cielo honrando su Inmaculada Concepción – Abel y Luis llegaron a tácito acuerdo que no lo celebrarían con Paulina y los niños sino hasta la noche siguiente, cuando ya el apogeo de las primeras comuniones hubiesen terminado. Por eso fue un día común y corriente donde compartieron la cena, platicaron en el comedor sobre los preparativos y lo que Pao y sus hijos debían saber de la ceremonia del día siguiente; así como que Milena tendría que llegar temprano para alistar a Paulina mientras Abel recogía a Monseñor de la diócesis de Santa Rosa de Osos. Si es que lograba convencerla antes de la misa a las once de la mañana. Terminaron por ir a dormir a las diez.

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Dio una vuelta más sobre la cama, desprendiéndose de las cobijas.

¡¿Que pasaba con ese mendigo sueño que no llegaba?!

Paulina gruñó frustrada. Algo la tenía despierta sin saber el qué. Si los ronquidos de Jerónimo en la otra cama, o la pensadera de esa cabeza suya. O muy posiblemente los nervios que tenía por la ceremonia del día siguiente. Misma para la que no se había confesado.

¿Sería eso lo que no la dejaba dormir? ¿El no estar en paz para recibir a Jesucristo?

Ella no lo sabía. Solo el hecho de que ya eran las doce de la madrugada y sus canicas de ojos estaban más abiertas que cuando se había ido a descansar.

Porque de nuevo y a pesar de que no quisiera, su madre y su padrastro volvían a amargarle la existencia, vetándola para recibir los sacramentos a los que tanto se había preparado. Les tenía tanto odio que eso impedía ahora y posiblemente impediría al otro día que ella se presentara en la iglesia para darle un sí al Señor y recibirlo como se esperaba.

ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora