Capítulo 2

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{Narras }

Me quité los auriculares atónita.

—¿Qué haces aquí? – susurré entre dientes. A mi lado se encontraba el famoso chico del bulto y la sonrisa pícara – ¿Acaso sufres de algún problema auditivo?

—¿Qué puedo decir? Soy un hombre de pocas palabras – dijo con aire de suficiencia.

—¿Alguna vez en la vida te has comportado de manera agradable? – pregunté sin darle mucha importancia.

—Pues... Sí – sonrió pero no le devolví más que una mirada seca – Vamos, hemos empezado con el pie izquierdo, permíteme presentarme – acercó su mano – Soy Christopher, Christopher Vélez.

Levanté mi mano algo dudosa.

—_____ Rodríguez – respondí con mi nombre mientras estrechaba su mano – Pero dime ____, no me gusta que me llamen por mi nombre compl... – me quedé muda e interrumpida cuando Christopher en vez de estrechar mi mano, la besó.

—Un gusto _____ – sonrió, pero podía notar su mirada atrevida – Entonces... Cuéntame de ti cariño – lo miré fijamente al oír su última palabra y aclaró – Lo siento, cuéntame de ti _____.

¿Qué podía contar acerca de mi patética vida? Era más fácil no dar muchos detalles.

—Pues... Estoy volviendo a mi ciudad natal, Loja. Me mudé a Quito de pequeña, pero decidí volver – dije cortante y sin explicaciones.

—¿En serio? – preguntó sorprendido – Yo vivo en Loja, quizás seamos vecinos.

Una pequeña sonrisa se formó en mis labios, y la desvanecí disimulada.

—Quizás – repetí – Vengo a vivir con mi abuela.

No entendía aún el motivo por lo que le contaba mi vida personal a un extraño pero Christopher me inspiraba cierto aire de confianza. Además de su evidente sensualidad, y perversión claro.

—¿Cómo se llama tu abuela? – preguntó curioso.

—Fernanda Fernández – respondí.

—Uhm... No la conozco, y es raro, porque Loja es un pueblo pequeño.

—No puedes conocer a todas las personas del pueblo – no pude evitar ser algo grosera. Es que la única esperanza que tenía era encontrarla. Y que él me diera indicios de que ella no vivía ahí, acabaría con todas mis posibilidades.

—Tranquila – dijo Christopher a la defensiva.

El viaje pasó lentamente y él me contó acerca de su vida. Era un gran hablante. Yo respondía con medias sonrisas, y sonrisas fingidas, o con expresiones faciales, casi ni hablaba. Tenía diecinueve años, vivía en un pequeño apartamento y estaba estudiando abogacía, aunque no la carrera que él quería seguir, si no que lo hacía por afición de sus padres.

—¿Entonces vas a condenar tu vida al sueño de tus padres? – pregunté intentando no sonar maleducada.

—No tengo otra opción – su sonrisa triunfadora se había apagado, y me entristeció un poco. Ya que por más que yo no hablara mucho, estaba atentamente atada a todos los detalles. Cuando finalmente llegamos, Christopher se ofreció a llevarme hasta la casa de mi abuela. Acepté dudosa, pero entusiasmada. Miré mi reloj, 21:30pm. Diablos, si que se había hecho tarde. Subimos a un auto que parecía de alta gama.

—¿Eres millonario, verdad? – saqué unos chicles de mi bolso.

—Bueno, yo no. Mis padres lo son – sonrió quitándole la importancia.

—¿Quieres un chicle? – dije de repente evadiendo el tema.

—Claro – aún con las manos en el volante, acercó su rostro y mi pulso se aceleró – Dámelo – abrió la boca y me quedé mirándolo – ¿No me lo vas a dar? – sonrió enarcando una ceja, mientras en su cara volvía a formarse esa sonrisa pícara.

—No de mi boca, idiota – no pude evitar reírme.

—¿Quién dijo que me ibas a dar el chicle de tu boca? – rió conmigo.

—¿Y entonces para qué te acercas tanto? – pregunté como si fuera lo más normal del mundo.

—Buen punto – soltamos una carcajada al unísono – De todos modos me agrada estar cerca de ti – me ruboricé.

"Es tan lindo", pensé. Un momento... ¿En qué diablos estás pensando _____? ¡Es un tipo cualquiera! Malditos ataques de conciencia.

Al llegar al lugar, me quedé perpleja, y todas mis esperanzas se fueron a la mierda. La casa de mi abuela no estaba. ¡Simplemente no había nada!

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora