Capítulo 52

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{Narras }

—No estoy preparado para esto. Yo... Aún – balbuceó realmente nervioso.

Suspiré.

—Bien, bien. No te preocupes – dije para aliviarlo – No quiero forzarte a nada. Ya has dicho que no es nada serio, así que está bien para mi.

Me miró un momento, y luego carcajeó.

—¿_____?

—¿Sí?

—¿Me dejas follarte?

Casi me atraganté.

—Eres bastante directo – dije en un jadeo y él sonrió con picardía – Eso no se pregunta.

—No quiero hacer algo que tu no quieras – susurró con voz ronca y sentí como ardía mi interior.

—De todos modos, tú no podrías violar a nadie, Christopher.

Me miró serio.

—¿Por qué no?

Me levanté de su regazo y gruñó un poco.

Empecé a caminar a lo largo del gigante prado pero no caminé ni diez metros cuando él me tomó de la cintura.

—Pues mírate – me reí – Eres demasiado sexy como para que cualquier mujer se resista a ti.

El rió.

—¿Qué puedo decir? – suspiró auto suficiente – Soy la personificación del encanto.

Ambos reímos.

—Apuesto a que sí.

La tarde pasó tranquilamente. Christopher me había contado que hace menos de un mes, había vuelto a hablar con su madre, y estaban arreglando un poco las cosas luego de la muerte de su padre.

Él había decidido mudarse a uno de los apartamentos de la universidad, para poner un poco de distancia entre él y el dinero de su familia, ya que la matrícula universitaria había sido un regalo de su padre, él lo aprovecharía.

—¿Recuerdas que una vez me dijiste que te gustaba la música? – pregunté recordando aquel día.

—El primer día que nos conocimos – afirmó y sonreí.

—¿Aún lo recuerdas?

Él me miró tierno y besó mi sien.

—Recuerdo cada momento en el que he estado cerca de ti.

¡Demonios! ¿Cómo podía darle al clavo con todo lo que decía? Me hacía sentir débil y totalmente vulnerable a sus deseos, a él mismo.

"Actitud de enamorada", y maldito sea el amor.

Se sentía tan bien que lo dijera.

Mi respiración estaba agitada, y el ritmo de mi corazón iba a mil. Sentía el pulso detrás de mis orejas. Y no eran mariposas en mi estómago, si no más bien diez elefantes saltando alegremente sobre él.

Deseaba llorar de felicidad, pero sería demasiado tonto hacerlo, cuando me había aguantado las lágrimas de tristeza.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora