{Narra Christopher}
—¿Así que eres aquella chica de la secundaria? – preguntó mi madre observando a Sara con una sonrisa bastante falsa.
—Sí, Sara Strocker – respondió la pelinegra a mi lado – Es un gusto conocerla señora Muñóz – extendió su mano y mi madre algo dudosa la estrechó.
—De hecho, ya nos conocemos – le recordó al igual que yo lo había hecho esa mañana.
—Sí, pero no ha tenido una muy buena impresión de mí, así que me gustaría empezarlo todo de nuevo – aclaró mi "novia".
Mi madre arqueó una ceja. Yenny no era una mujer de segundas oportunidades, pero si se trataba de mi felicidad, no había opción, según ella.
Irónico que ella tuviera que aceptarla por mi supuesta"felicidad".
—Bien – respondió evaluándola – Así que tus padres trabajan en...
—Tienen una empresa de electrodomésticos – dijo Sara con orgullo – Mueren por conocerlos a usted y al señor Vélez – agregó y sentí como si me clavasen un puñal en el estómago.
Por favor díganme que no era tan estúpida, ¿Qué yo no le había mencionado cientos de veces que mis padres estaban separados? Y más aún que mi padre estaba muerto.
Mi madre la miró con arrogancia. Sabía lo que venía.
—El señor Vélez y yo nos divorciamos cuando Christopher cumplió diecisiete – le recordó mi madre con paciencia y Sara se quedó pálida – Y él murió hace unos cuantos años – le dijo bajando la mirada.
Sabía que a ella le dolía recordar el tema. Y a mí, aún más.
—Yo... Lo siento – dijo la pelinegra apenada.
—¿¡Por qué no me dijiste que tus padres estaban separados!? – exclamó Sara cuando nos subimos al auto, luego de una larga e incómoda cena.
—¡Te lo he dicho un millón de veces! – gruñí acelerando – Pero tú siempre estás hablando de tus padres, y te importa mierda lo que te digo – escupí furioso.
Ella me miró como si no se creyera lo que decía, suspiró y luego de unos segundos, tocó mi brazo.
Era increíble la diferencia entre el tacto de Sara y el de _____.
El de la pelinegra era más firme y decidido, como si quisiera quitarme alguna pena de encima, pero como si lo hiciera por cortesía. Mientras que el de _____ era más suave y dulce, como si quisiera expresar con su toque, lo que no decía con palabras.
—Lo lamento, soy una tonta, lo sé.
Reprimí el deseo de asentir.
—No es eso – respiré profundo – A veces creo que lo único que te importa son tus padres. No me quejo, pero como ya he dicho, solo hablas de ellos, lo orgullosa que estás, y que están encantados de haberme conocido y bla, bla, bla.
Ella puso los ojos en blanco.
—No es cierto – ¡Ja! ¿Acaso venía a negarme aquello a mí?
—Bien – respondí seco.
{Narras Tú}
—Eres fantástica – susurró Joel en mi oído – Voy por una ducha, ¿Vienes?
—Espérame allí, voy en unos cuantos minutos – le dije con voz ahogada luego de una sesión infartante de cuatro orgasmos.
—Allí te espero, entonces – dijo con una sonrisa y mordió mi cuello.
Luego se marchó al baño dándome una espectacular vista a su trasero.
Me sentía tan exhausta, que creí que con solo parpadear me quedaría dormida.
Joel era agotador.
A duras penas me senté en la cama y miré el reloj del despertador. Dos de la madrugada, genial.
A mi lado, en la mesita de noche, una luz tilitante llamó mi atención. Un mensaje entrante en el celular de Joel. ¿Quién sería a estas horas?
¿Debería leerlo?
"No, es su intimidad, debe ser algún amigo del trabajo, o algo así", me advirtió mi lado bueno.
"¿Desde cuándo pides permiso?", me reprochó el opuesto.
Decidida y con una mirada furtiva hacia la puerta entreabierta del baño, agudicé el oído.
Escuché el sonido de la ducha de repente, y luego el de la cortina de baño correrse.
Joel ya estaría allí dentro.
Tomé el celular y abrí el mensaje como si fuera una maniática curiosa.
"Me debes un favor, Pimentel. Años de deuda, ¿No crees? No has cumplido con lo prometido".
El mensaje me asustó, pero a la vez me dejó aún más intrigada y enfadada. No tenía remitente, simplemente frío y letal.
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Enamorada de un Mujeriego | Christopher Vélez
Hayran Kurgu...y entonces descubrió que sin amor, todos los besos saben a lo mismo...