{Narras Tú}
—Creo que deberías tomar lo que queda de la herencia de la abuela. Es casi la mitad – le dije mientras caminábamos de vuelta a su auto.
—No me corresponde. Ella lo ha dejado para ti, _____ – me recordó.
—Pero tú también eres su nieto.
—Yo estoy bien, no necesito ese dinero. Tengo casa, trabajo y auto. Con eso estoy más que satisfecho.
—Yo no lo necesito, también tengo casa y trabajo.
—¿No falta algo? Úsalo para comprarte un auto. Y deja de usar a tus amigos como taxistas – bromeó y me sentí avergonzada. ¿En realidad era tan obvio?
—Yo no sé nada de autos. ¿Para qué quiero uno?
—¿Sabes conducir? – preguntó con suficiencia. Asentí – Vamos, tienes cien mil dólares en el banco. Cómprate cualquier auto decente, y el resto te quedará como seguro.
—No lo sé.
—Yo mismo te acompañaré a la concesionaria si quieres – me animó Richard.
Suspiré.
—Bien, primero necesito retirar el dinero del banco – le avisé para aflojar un poco el evidente entusiasmo creciente en su interior.
—Está bien. Esta semana no puedo, pero la siguiente sí. Iremos juntos al banco, y luego te acompañaré a ver autos. ¿Te parece bien? Necesitamos tiempo fraternal – bromeó él.
Yo me limité a sonreír.
—Bien.
Abrí la puerta del copiloto y me adentré al auto.
Cuando el coche arrancó, la guantera se abrió y dejó caer un sobre.
Lo recogí observando a Richard.
—¿Qué es? – le pregunté cerrando la guantera e intentando descubrir que contenía el sobre.
—Pues temía que no me creyeras – dijo él – Son análisis de ADN.
No necesitaba confirmarlo, Richard tenía unas cuantas similitudes con mi padre. Incluso en su personalidad. Pero solamente por curiosidad lo abrí y comprendí efectivamente que sí éramos hermanos.
—Aún no me lo creo – musité después de volver a guardarlo en la guantera.
—Diría lo mismo, pero te conozco desde pequeña, así que...
—¿Así que estarás dos semanas sin Joel? – preguntó Erick una vez más, entusiasmado.
Volví a asentir con la cabeza cansadamente.
—¿Sabes qué significa eso? – dijo Sofía fingiendo una mirada misteriosa.
Erick se rió ante su acto.
—Dime.
—¡Pijamadas todas las noches! – chilló la castaña abalanzándose sobre nosotros dos.
Los dos nos reíamos mientras intentábamos quitarnos a Sofi de encima.
—Ya, ya, ¿Erick también irá? – le pregunté directamente a mi amiga y Erick me miró haciéndose el ofendido.
—¿Porqué no iría yo? – cuestionó él.
—Tienes razón – me dijo Sofi ignorando a Erick – De seguro ronca.
Yo me reí y Erick la miró enojado.
—Yo no ronco.
—Y se tira gases dormido – agregó ella y yo estallé en carcajadas.
—¡Sofía! – se quejó Erick con una mirada fulminante.
—No deberíamos invitarlo – dijo mi mejor amiga como si Erick no estuviese allí.
El trigueño estaba hecho una furia y solo se limitó a mirarla con odio.
Sofía lo miró de soslayo intentando contener la risa, pero no pudo más.
Se echó a reír desafortunadamente junto a mí, mientras Erick solo sacudía la cabeza con desaprobación.
Sofía se sentó en el regazo del trigueño y le besó la mejilla.
—Ya tontito, no te enojes. Sí vendrás – le dijo consolándolo – _____, he comprado unos tapones para los oídos que son excelentes – bromeó ella y él volvió a mirarla mal – Amargado – refunfuñó.
—¿En dónde nos quedamos?
—En el apartamento de Erick, está en la universidad, y nos será fácil llegar a los tres – dijo Sofía.
—¿Y ni me pides permiso? – se quejó Erick, divertido.
—Agradece que te invito – replicó ella.
—¿Qué me invitas a una pijamada en mi apartamento? – dijo él, burlón.
Sofía asintió cansadamente y los tres nos echamos a reír.
Los abracé a ambos y les dí un beso en la mejilla.
Aquellos eran mis amigos, ¿Qué haría sin ellos?
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Enamorada de un Mujeriego | Christopher Vélez
Fanfic...y entonces descubrió que sin amor, todos los besos saben a lo mismo...