Capítulo 136

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{Narras }

—Creo que deberías tomar lo que queda de la herencia de la abuela. Es casi la mitad – le dije mientras caminábamos de vuelta a su auto.

—No me corresponde. Ella lo ha dejado para ti, _____ – me recordó.

—Pero tú también eres su nieto.

—Yo estoy bien, no necesito ese dinero. Tengo casa, trabajo y auto. Con eso estoy más que satisfecho.

—Yo no lo necesito, también tengo casa y trabajo.

—¿No falta algo? Úsalo para comprarte un auto. Y deja de usar a tus amigos como taxistas – bromeó y me sentí avergonzada. ¿En realidad era tan obvio?

—Yo no sé nada de autos. ¿Para qué quiero uno?

—¿Sabes conducir? – preguntó con suficiencia. Asentí – Vamos, tienes cien mil dólares en el banco. Cómprate cualquier auto decente, y el resto te quedará como seguro.

—No lo sé.

—Yo mismo te acompañaré a la concesionaria si quieres – me animó Richard.

Suspiré.

—Bien, primero necesito retirar el dinero del banco – le avisé para aflojar un poco el evidente entusiasmo creciente en su interior.

—Está bien. Esta semana no puedo, pero la siguiente sí. Iremos juntos al banco, y luego te acompañaré a ver autos. ¿Te parece bien? Necesitamos tiempo fraternal – bromeó él.

Yo me limité a sonreír.

—Bien.

Abrí la puerta del copiloto y me adentré al auto.

Cuando el coche arrancó, la guantera se abrió y dejó caer un sobre.

Lo recogí observando a Richard.

—¿Qué es? – le pregunté cerrando la guantera e intentando descubrir que contenía el sobre.

—Pues temía que no me creyeras – dijo él – Son análisis de ADN.

No necesitaba confirmarlo, Richard tenía unas cuantas similitudes con mi padre. Incluso en su personalidad. Pero solamente por curiosidad lo abrí y comprendí efectivamente que sí éramos hermanos.

—Aún no me lo creo – musité después de volver a guardarlo en la guantera.

—Diría lo mismo, pero te conozco desde pequeña, así que...

—¿Así que estarás dos semanas sin Joel? – preguntó Erick una vez más, entusiasmado.

Volví a asentir con la cabeza cansadamente.

—¿Sabes qué significa eso? – dijo Sofía fingiendo una mirada misteriosa.

Erick se rió ante su acto.

—Dime.

—¡Pijamadas todas las noches! – chilló la castaña abalanzándose sobre nosotros dos.

Los dos nos reíamos mientras intentábamos quitarnos a Sofi de encima.

—Ya, ya, ¿Erick también irá? – le pregunté directamente a mi amiga y Erick me miró haciéndose el ofendido.

—¿Porqué no iría yo? – cuestionó él.

—Tienes razón – me dijo Sofi ignorando a Erick – De seguro ronca.

Yo me reí y Erick la miró enojado.

—Yo no ronco.

—Y se tira gases dormido – agregó ella y yo estallé en carcajadas.

—¡Sofía! – se quejó Erick con una mirada fulminante.

—No deberíamos invitarlo – dijo mi mejor amiga como si Erick no estuviese allí.

El trigueño estaba hecho una furia y solo se limitó a mirarla con odio.

Sofía lo miró de soslayo intentando contener la risa, pero no pudo más.

Se echó a reír desafortunadamente junto a mí, mientras Erick solo sacudía la cabeza con desaprobación.

Sofía se sentó en el regazo del trigueño y le besó la mejilla.

—Ya tontito, no te enojes. Sí vendrás – le dijo consolándolo – _____, he comprado unos tapones para los oídos que son excelentes – bromeó ella y él volvió a mirarla mal – Amargado – refunfuñó.

—¿En dónde nos quedamos?

—En el apartamento de Erick, está en la universidad, y nos será fácil llegar a los tres – dijo Sofía.

—¿Y ni me pides permiso? – se quejó Erick, divertido.

—Agradece que te invito – replicó ella.

—¿Qué me invitas a una pijamada en mi apartamento? – dijo él, burlón.

Sofía asintió cansadamente y los tres nos echamos a reír.

Los abracé a ambos y les dí un beso en la mejilla.

Aquellos eran mis amigos, ¿Qué haría sin ellos?

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora