Capítulo 142

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{Narras }

—_____ – chilló Sofía entrando por la puerta de la habitación, y haciendo que Christopher y yo, instintivamente, nos separáramos.

—Sofi – dije sobre su hombro cuando me abrazó – Auch – jadeé.

—Lo siento – me dijo apenada.

Estiré un poco la columna y una mueca de dolor surcó mi rostro.

—Diablos, como duele – me quejé.

—Llamaré a la enfermera – me avisó el castaño con una sonrisa discreta mientras salía del cuarto.

Sofía me miró con una mezcla de emociones reflejadas en sus ojos.

Miedo, alivio, curiosidad.

—¿Qué te han hecho esos malditos hijos de perra? – preguntó yendo directamente al punto de la cuestión.

—Querían dinero, como cualquier delincuente.

—¿Cómo te encuentras? – preguntó el panda.

Había pasado toda la tarde allí con Sofía y Erick, quién llegó un rato más tarde. Me sorprendió ver a Yenny con Emily. Al parecer ya se habían reconciliado y eso me alegró. Su gigante vientre estaba que no daba más. Solo faltaban un par de días para que naciera el bebé, y Christopher y Yenny parecían haberlo asumido.

Richard se quedó un rato conmigo y me prometió que al día siguiente volvería. La situación no era del todo cómoda con Sofía en la habitación.

—Bien – respondí apoyando la cabeza contra su hombro y jugando con sus dedos.

—¿Quieres que me quede contigo esta noche?

—¿Hace falta preguntarlo? – él sonrió.

Me miró fijamente y me asombró ver sus ojos humedecerse.

—Si te hubiera pasado algo...

—Eso no importa ahora – lo interrumpí. No quería pensar en que hubiera sido de mí. Lo importante era que estábamos a salvo y nos teníamos el uno al otro – Estamos juntos. Estaré bien.

Acaricié su rostro y él dejó cortos besos en la palma de mi mano. De pronto, se detuvo en seco y miró mi muñeca.

Me ruboricé y quité mi mano de su cara, haciéndome, patéticamente, la tonta.

Él sonrió.

—¿Qué es esto? – preguntó divertido intentando tomarme la muñeca – ¡No puedo creerlo! – se quejó observando mi tatuaje y yo desvié la mirada, incómoda.

Me sentó sobre su regazo y unió nuestros labios, insistente y penetrante.

Sabía que intentaba ser dulce, pero su necesidad aplacaba cualquier rastro de amabilidad. Su boca se tornó salvaje contra la mía, y mi piel ardió en contacto con sus manos.

Besuqueó mi cuello y luego me mordió. Solté un gemido ahogado en su hombro. ¿Quién diablos lo haría en un hospital?

—Chris... – empecé.

—Lo sé – dijo él y suspiró – ¿Desde cuándo tienes mi nombre en tu muñeca? – preguntó animado observando el tatuaje.

—Hace dos años y unos cuantos meses – le dije con una sonrisa.

Él me miró estupefacto.

—Es broma.

Negué con la cabeza.

—¿De cuándo nosotros estábamos juntos?

—Sí.

—Y aún lo tienes.

Asentí con una sonrisa.

—Por más que quiera jamás me olvidaría de ti – dije divertida y él sonrió besando mi muñeca.

—Quiero un tatuaje con tu nombre, entonces.

—¿Te tatuarías mi nombre? – le pregunté asombrada.

—Por supuesto que sí, me tatuaría tu rostro si me lo pidieras.

Me entró la risa tonta, y al parecer él se contagió de ella porque estallamos en carcajadas.

Se sentía bien estar de ese modo con él.

La opaca iluminación del cuarto nos daba cierto ambiente de intimidad. Ya era tarde, y los únicos ruidos que se escuchaban en la habitación eran los del gotero del suero.

Se quedó mirándome, y por alguna extraña razón, me sentí desnuda.

La intensidad de sus ojos me abrumaba.

—¿Qué hay de Sara? – pregunté de repente.

Él se puso tenso y me preocupé.

—Es una larga historia.

—Pues dime, tengo miedo – dije sorprendiéndome de lo irónica que había sonado. Algo me sabía mal.

—El tipo que te ha tenido de rehén hoy... Es el padre de Sara.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora