Capítulo Final

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{Narras }

Luego de una tranquila tarde junto a mi hermano y Sharon, su novia, era hora de regresar a casa.

Aguardé en la banca negra que había en la familiar estación de tren, consciente de su mirada posada fijamente en mí.

El tren blanco, el mismo que había tomado cuatro años atrás, paró frente a mí.

Igual de bonito, y atestado de gente.

Caminé con una sonrisa discreta y me adentré a la masa de personas que se encontraban allí dentro.

Ningún asiento disponible, ¿Por qué no me sorprendía?

Caminé entre la gente y me acomodé en un rincón observando por la ventana el exterior, mientras esperaba que el tren arrancase.

Luego de un par de minutos en los que subió y bajó gente, el tren arrancó.

Se sentía tan extraño estar allí luego de tanto tiempo.

Sin embargo, los años habían pasado, y las personas seguían con su vida.

Cuando a uno le suceden cosas demasiado buenas o terriblemente malas, siente que el tiempo se detiene, y que el mundo está a su merced. Pero cada persona es una historia diferente, con pasados trágicos o alegres. Yo fui, soy y seré siempre una de ellas.

Tomé mi viejo y gastado iPod, el cual seguía acompañándome pese a los años, y puse una de mis canciones favoritas, "Kilómetros". Reí interiormente.

El tren se detuvo, y esta vez no necesité la mirada de ninguna señora para darme cuenta de lo que sucedía.

Sentía un bulto contra mi trasero. Arqueé una ceja y me dí media vuelta.

—No cambias más, ¿Eh? – reí y su sonrisa se acentuó.

—Tú eres la pervertida que se apoya contra mí, aunque la última vez te lo tomaste peor – dijo en voz baja y divertido.

—Oh vamos, ¿Nunca vas a aceptar que eres un depravado, verdad? – me quejé. 

—Claro que no, al menos hasta que aceptes que tú también lo eres – pasó su brazo por mi cintura.

—Eres mi pervertido y yo soy la tuya – le dije riendo.

—Me parece bien – esbozó una sonrisa pícara – Te he acompañado solo por una razón, y no es precisamente porque me agrade tu hermano – me avisó riendo.

—¿Ah sí? – dije fingiendo sorpresa – ¿Cuál?

La gente nos observaba curiosa ya que no manteníamos nuestra conversación privada, sino que pese a todas las personas que nos rodeaban, nos sentíamos como si estuviéramos solo él y yo.

Christopher sonrió y me besó la mejilla.

—Aquí empezó todo – me dijo él y yo asentí sonriendo – Pues quiero que empiece otro capítulo más aquí también.

Lo miré confundida y mi corazón se detuvo cuando se arrodilló frente a mí.

—Me enamoré de ti desde la primera vez que te ví, justo en este lugar, hace cuatro años atrás. Me has vuelto loco, y aún lo haces. Quiero pasar el resto de mi vida junto a ti, venga lo que venga, sin importar si es bueno o malo, pero juntos. _____ Rodríguez, ¿Te casarías conmigo?

Tomó mi mano y esperó mi respuesta. No pasaron menos de tres segundos.

—Claro que sí – respondí con lágrimas en los ojos y todo el mundo estalló en aplausos.

Él sonrió y deslizó un anillo de diamantes en mi dedo. Mi corazón, se paró y me tomó del brazo hundiendo su rostro en mi cuello.

—Te amo, _____. Gracias por haber decidido tomar ese tren aquel día – me susurró él.

—Te amo más. Y gracias por haber cambiado mi vida desde aquel momento.

Cada uno tenía su versión personalizada de un final feliz. Y esta probablemente sería la mía. Otro fin que daría origen a un nuevo capítulo, a muchas cosas nuevas, buenas o malas. Pero con aquel arrogante chico castaño de ojos cafés, no importaba nada. Nos teníamos el uno al otro, y eso bastaba.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora