Capítulo 18

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Caminé hasta el comedor, y allí estaba. Ese cuerpo escultural cubierto por simplemente unos boxers negros.

Mordí mi labio inconscientemente.

—¿Disfrutas de la vista? – dijo Christopher con voz seductoramente ronca.

—No te estaba viendo – mentí descaradamente con indiferencia.

—¿Ah, no? – se acercó y me apretó contra sí.

—Para nada – me sonrojé.

Se acercó y me dio un beso fugaz. Estaba jugando.

—Te preparé el desayuno.

—¿No crees que es un poco tarde?

—¿Es ley desayunar antes de las nueve? – arqueó una ceja.

—Pues no, tienes razón – me acerqué a la mesada.

—¿Sucede algo? – preguntó curioso.

Me estaba mostrando distante, pero solo por el hecho de que tenía en mente la maldita conversación con Johnny y el cepillo de dientes. ¡Diablos!

—No – sonreí.

—Quisiera hablar de lo de anoche – lo miré mientras tomaba un sorbo de café – Yo lo estuve pensando y creo que... – apresuradamente lo interrumpí.

—Si estás preocupado porque yo haya creído que estamos en algo serio, ya no pienses en ello. Si quieres que esto sea algo casual, estoy de acuerdo – solté rápidamente y escapé de su mirada atenta.

Se quedó atónito.

—¿En serio? – preguntó sorprendido.

—Sí – respondí tajante.

Suspiró. No supe si era de alivio o más de preocupación. Suspuse que sería de alivio. Él no quería ataduras de ningún tipo. Simplemente fue sexo.

Admito que estaba decepcionada, pero yo misma me lo había buscado.

—Bien, creo que debo irme – no podía ocultar la indiferencia que sentía, caminé hacia el dormitorio mientras él me miraba fijamente me vestí y arreglé un poco mi cabello.

—¿Estás segura que no sucede nada? – reiteró.

—Segura, adiós, gracias... – hice una mueca intentando buscar las palabras – Ahm... – lo miré como para que él completara mi frase.

—¿Por todo? – sonrió triunfante.

—Sí – fruncí el ceño y me acerqué a depositar un beso en la mejilla, pero él giró su cabeza y me estampó un ardiente beso en los labios. Mi corazón comenzó a latir furiosamente, mientras las manos de Christopher se paseaban por mi espalda y descendían a mis muslos.

—Fue increíble, créeme – susurró cerca de mi cuello.

Sonreí sinceramente.

—En realidad lo fue – admití.

—No te vayas – volvió a susurrar mientras daba besos húmedos en mi cuello.

—Chris – empecé.

—Por favor. Quédate conmigo, al menos un rato – me enloquecía.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora