Capítulo 97

5K 338 29
                                    

{Narras }

Me quedé helada.

—¿Es broma? – le dije atónita.

—No lo es – ella desvió la mirada nerviosa y se acomodó un poco el cabello.

Sofía solía mirar fijamente a las personas cuando les hablaba puntualmente de algo, por eso me sorprendió. Se la notaba tensa, bien podría ser porque le incomodaba hablar del asunto, o quizás porque mentía. Opté por la primera teoría.

—¿Y por qué? – cuestioné.

—_____ – suspiró – No quiero hablar de eso, ¿Bien?

—Está bien – dije extrañada.

{Narra Christopher}

Sara se tomaba las cosas muy en serio. Ya me había presentado a sus padres, quienes se habían demostrado demasiado agradables para mi gusto.

Mis días eran una puta monotonía. Levantarse, desayunar al lado de la pelinegra, quién, por cierto, había insistido en mudarse a mi casa, ir a trabajar, pasarme la mitad del día pensando en _____, volver, ducharme, cenar y en muy pocas ocasiones tener sexo con Sara.

Los fines de semana me encerraba en mi estudio a pensar que hubiera sido de mi vida si _____ aún estuviera conmigo. Si Andrea no me hubiese besado esa noche, si no hubiera sido tan estúpido como para negarle ver mi celular al amor de mi vida.

Zabdiel me había dicho que intentara olvidarla, una risa secamente sarcástica solo había obtenido él de respuesta.

En un mes ella volverá a Ecuador, y yo estoy aquí, en New Jersey. ¿Sería estúpido volver? Claro que lo sería. Hacía casi dos años que yo estaba instalado allí, dejarlo todo por ella sería arriesgarme a algo que sé que fracasaría. Ella no me perdonaría jamás. Un minuto, ¿En qué momento alguien habló de volver con ella?

¡Tenerla cerca me basta!

{Narras }

Los días fluyeron con rapidez. Hoy volvería a Loja con los chicos. Joel no volvería hasta pasado un mes más. Ya que ese era el tiempo estimado que tenía su transferencia de trabajo a Loja.

Mis tres maletas estaban que explotaban, y el pasaporte y boleto ardían en mis manos. ¿Cómo sería volver? Aquellas viejas caras familiares, el peculiar aroma que tenía aquel pueblo, las tiendas, los parques, los amigos. Christopher. Un momento, él ya no estaba allí.

Suspiré resignada.

—¿Pagaste el último mes de renta? – preguntó Sofía mientras se acercaba.

—Por supuesto que sí – respondí casi de manera cortante y ella arqueó las cejas, pero no dijo nada.

Unas grandes manos estrecharon mi cintura y por un momento el corazón me dio un vuelco.

—Joel – dije con un suspiro más de decepción que de alivio.

—Voy a extrañarte – susurró dándome la vuelta.

Pasé mis manos por detrás de su cuello y lo abracé.

—Solo será un mes – murmuré en su pecho y él me abrazó más fuerte.

—Un mes, treinta días, cuatro semanas – comenzó nostálgico y me reí.

—Ven aquí – lo interrumpí y acerqué su rostro a mí.

Rocé mis labios con los suyos y me estrechó en sus brazos. Si lo extrañaría, pero sabía que no podía obligarlo a dejar su trabajo por mí. Eran solo unos cuantos días y volveríamos a estar juntos.

—Solo un mes – dijo él con una sonrisa triste – Te amo, _____.

"Oh, oh", se alertó mi mente. ¿Y qué respondo a eso?

Gracias al cielo, tres segundos más tarde llegó Erick a mi lado.

—_____, debemos irnos. Acaban de anunciar el último llamado para nuestro vuelo – si no fuera por el corto lapso de tiempo que nos quedaba, y considerando que Joel estaba en frente mío, me hubiera lanzado a los brazos de Erick a agradecerle interrumpir el momento.

Suspiré y le dí un último y corto beso a Joel.

—Solo un mes – lo cité con una sonrisa.

Tomé mi pequeño bolso y caminé junto a Erick mientras me despedía con la mano.

Genial. De nuevo a Ecuador.

Adiós California.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora