Capítulo 4

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—¿Qué? – preguntó, al parecer me escuchó. ¡Oh, oh!

—Nada, que te enseñaré la casa – quise abofetearme a mi mismo, no sonaba convincente pero ella no me replicó, así que me quedé tranquilo.

{Narras }

Bien, me encontraba con un total extraño que había conocido en el tren. Aún así estaba relajada, "¿Qué tienes Christopher Vélez?", pensé, "¿Porqué me inspiras tanta confianza?". Me enseñó la casa, habitación por habitación. Y comprendí que se había pasado de modesto al contarme de su "pequeño apartamento".

—¿Qué opinas? – preguntó cortando el hilo de mis pensamientos.

—Es preciosa – Sonreí.

Su apartamento no entraba para nada en el concepto de "pequeño".

—Esta es tu habitación – entramos a un cuarto. Era bonito. La cama estaba centrada, y había un televisor sobre una cómoda blanca. Pequeños estantes con fotos, y lindos cuadros que adornaban la pared. Había una ventana que tenía una hermosa vista al bosque. Las paredes eran de un color crema. Se sentía agradable.

—Mi habitación – repetí pensativa – Al menos esta noche – me giré para mirarlo y le regalé una sonrisa sincera – Gracias de nuevo Christopher, en serio no entiendo como puedes hacer todo esto por mi.

—Es un placer – me devolvió la sonrisa – Bueno, uhm... Instálate, es tu casa. Por allí tienes el baño – señaló una puerta dentro de la habitación – Te traeré toallas por si quieres bañarte – agregó saliendo del cuarto.

Dejé mi bolso sobre la cama, y contemplé las fotos que había sobre los estantes. ¿Ese era Christopher?

—Tan lindo desde pequeño – susurré. Era adorable.

—Lo sé – dijo Christopher a mis espaldas, me di vuelta sorprendida y avergonzada.

—Bueno, se nota que no has perdido tu encanto – repliqué tomando las toallas.

—¿Mi encanto? ¿Te encanto? – enarcó una ceja sonriéndome.

—No sueñes galán – respondí divertida mientras tomaba mi bolso y pasaba al baño. Cerré la puerta con cerrojo, y me miré al espejo. Mi cabello, largo y sedoso, estaba hecho una maraña. Estaba pálida y tenía bolsas bajo los ojos.

—¿_____? – gritó Christopher a través de la puerta – ¿Que quieres cenar?

—Me da lo mismo – respondí en el mismo tono.

—¿Quieres que cocine para ti? – preguntó en tono seductor y divertido – Me han dicho que soy buen cocinero – agregó autosuficiente.

—Deléitame Chris – concluí sarcástica y escuché una carcajada y un "ya verás" en murmullo.

Me deshice de mis jeans y mis converse negras. Me quité el gran suéter negro que tenía y mi blusa con tirantes. Me observé en ropa interior. Tenía pequeños moretones en mis costillas, y algunos sobre mis piernas, también rasguños debajo de la barbilla. Recordé la causa de ellos. Mi padre, el asqueroso tipo al que no quería llamar "padre" me había torturado, y la prueba existencial estaba pintada sobre mi cuerpo. Si bien yo sufría mucho, aún podría agradecer al cielo que el tipo no me había violado ni nada por el estilo. Me quité la ropa interior, y entré a la ducha. El agua caliente relajó mis músculos. Decidí relajarme al menos veinte minutos y dejar de pensar. Cuando concluí mi ducha, salí y envolví mi cuerpo con una toalla, y mi pelo con otra. Busqué en mi bolso unos shorts de deporte azul oscuro, y tomé una camiseta de tirantes en color blanca. Cepillé mis dientes y desenredé mi cabello. Me sentía fresca. Ordené el baño y salí. Dejé mis cosas acomodadas y recorrí la casa. Un delicioso y fuerte aroma surgía de la cocina. Me asomé con disimulación por la puerta, y observé a Christopher preparando algo cerca del horno.

—Así que es verdad que cocinas – Sonreí y dije divertida.

Se dio vuelta y se quedó mirándome. "Por favor, dime que no olvidé ponerme la ropa", rogué a Dios al notar que Christopher no quitaba su mirada de mí. Instintivamente, me sonrojé. Él sonrió satisfecho.

—¿Qué? – fruncí el ceño mientras me acercaba a ver que estaba haciendo.

—Nada, he notado que te sonrojas cuando te miro por mucho tiempo – dijo divertido – solo comprobaba mi teoría.

—¿Y porqué me miras tanto?

—No lo sé, simplemente lo hago – explicó – Es algo... Automático.

Asentí algo confundida.

Observé su trabajo y noté que estaba cocinando espaguetis con una salsa rara, no objeté. Lo ayudé y una vez terminamos, llevamos los platos a la sala de estar mientras veíamos una película de terror.

—¡Diablos! – grité cuando la cara de la chica de "El exorcista" apareció en la pantalla.

—¿Eso te asusta? – preguntó riéndose.

—¿Que si me asusta? – pregunté mirándolo con los ojos bien abiertos – Me sorprende que no escuches el latido de mi corazón desde allí – añadí en broma.

Estaba sentada en un gran sillón, y él estaba en otro individual. Se acercó y tomó mi muñeca.

—¿Qué haces? – dije nerviosa sintiendo una especie de descarga eléctrica con su roce.

—Estoy tomando tu pulso – sonrió – Tienes razón, eres una pequeña miedosa – confirmó y nos reímos.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora