{Narras Tú}
A la mañana siguiente, mientras preparaba el desayuno, sentí unos brazos rodeándome.
—No me gusta amanecer sin ti a mi lado, y desnuda – murmuró en mi oído y me estremecí.
Voluntariamente me pegué más a él.
—Si espero a que te despiertes termino atrasándome – dije divertida y él me miró ofendido. Luego soltó una carcajada – Tienes el sueño muy pesado, cariño.
—Oye, oye – se quejó – Tú eres la menos indicada para hablar de eso.
Me ruboricé. Realmente tenía razón. Si estaba durmiendo podría haberse desatado un huracán fuera de mi habitación y yo ni me hubiera dado cuenta.
Joel soltó una carcajada.
—Tienes tanta suerte. ¿Por qué yo debo trabajar los sábados y tú no? – dijo con un tierno puchero y se sentó en una silla al lado de la barra de desayuno.
Acerqué un plato con unos cuantos hotcakes a él y una taza de café.
—Porque yo trabajo en la universidad, y tú en una empresa – le dije divertida.
—Nadie debería trabajar los sábados. Que excepciones tan crueles hacen – bromeó.
—Postúlate para presidente y cambia las leyes.
—Eso debería hacer. Joel Pimentel presidente. Fines de semana sin trabajo. Mujeres sexys en la casa. Los niños a la guardería. Hombres y mujeres todo el día en la cama – dijo con tono diplomático y estallé en carcajadas.
—Oh sí, ¿Qué es eso de mujeres sexys en la casa? – arqueé una ceja.
—Abriría una empresa de sirvientas sensuales, entonces tú y yo no tendríamos que limpiar los sábados y domingos, que son los únicos días que tenemos tiempo para nosotros, y nos la pasaríamos todo el tiempo en el cuarto – dijo mientras bebía café.
—¿Ah sí? – pregunté con una sonrisa – ¿Pero por qué mujeres sexys?
—No me gustaría ver viejas cuarentonas por aquí – dijo divertido.
Golpeé su hombro. Su épico sentido del humor lograba alegrarme el día.
A las nueve, Joel se marchó, y media hora después, curiosamente, sonó el timbre.
Sentí un ardor recorrer mi abdomen cuando aquellos ojos cafés me observaron.
—¿Christopher? – dije sorprendida – ¿Qué haces aquí?
Él sonrió y de adentró a la casa con total confianza.
—¿Has desayunado? – preguntó él y yo negué con la cabeza. En realidad era cierto, yo solía prepararle el desayuno a Joel por las mañanas, pero no para mí, generalmente me daba tiempo de desayunar en la universidad – Pues vamos, yo invito – me ofreció.
¿Debía aceptarlo? ¿Qué más da? Era un desayuno, tampoco como si me hubiese propuesto matrimonio.
—Déjame que me cambie – dije observando detenidamente mi ropa y luego me sonrojé. No llevaba más que unos minúsculos shorts y una blusa con tirantes.
{Narra Christopher}
Reprimí un comentario que se cruzó por mi mente cuando ella se dio cuenta de como iba vestida.
Probablemente no hubiera sido prudente decirle que por mí sería mejor que fuera sin nada.
Agradecí al cielo cuando aceptó venir conmigo. Aquella mañana me había levantado extrañamente esperanzado, y se me había dado por invitarla.
Puede también que sea porque no aguantaba más su lejanía. La empresa me consumía, Sara cada día forjaba nuestra relación a dar "el siguiente paso". Incluso la había escuchado hablar con su madre acerca de "lo bonito que sería casarse con Christopher". Aún no entendía la razón por la que no terminaba con ella. _____ me amaba, y yo a ella. ¿¡Por qué diablos no estábamos juntos!?
Mientras _____ se cambiaba, observé la casa, los muebles, y cuadros. Si había algo en lo que ella nunca se equivocaba era en la decoración. Siempre tan dulce y sencilla, me encantaba.
Se me cruzaron por la mente las imágenes de cuando vivíamos juntos y alguna extraña parte de mi corazón suspiró, nostálgica.
Volví a la realidad al notar la numerosa cantidad de retratos que tenían sobre un mueble de madera contra la pared. Todas las fotos de Joel y ella, o con Sofía, o con Erick, pero siempre ellos dos juntos.
Apreté los dientes.
Joel me había robado lo único que me importaba en la vida.
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Enamorada de un Mujeriego | Christopher Vélez
Фанфик...y entonces descubrió que sin amor, todos los besos saben a lo mismo...