Capítulo 28

8.3K 500 10
                                    

{Narras }

Es mejor que no lo sepas – se rió – Estoy como en un estado de estupidez extremo – explicó – Es como si estuviera borracho, diré todo lo que no quiero decir sobrio.

—Ya quisiera escucharlo – sonreí divertida.

—Sigue soñando – replicó en mi mismo tono devolviéndome la sonrisa.

Llegamos a la lujosa mansión Colón. Fue en ese momento en el que agradecí mentalmente por haber decidido ir elegante. De otro modo, me sentiría incómoda.

—Te has quedado callada – dijo Erick mientras conducía a lo largo del camino.

—Es que... Es... – busqué las palabras – sorprendente.

Él me sonrió.

—¿Nunca te había traído aquí? – preguntó intentando memorizar y lo miré suspicaz.

—De tantas chicas ya ni lo recuerdas, ¿Verdad? – ambos reímos.

—Nunca traigo chicas aquí, considérate afortunada – fingió una mueca de arrogancia y volví a reírme.

—Baja los humos, galán.

Estacionó sobre el garaje y me abrió la puerta.

Observé la hermosa casa, parecía antigua.

Pasó su mano por mi hombro y me acompañó hacia adentro.

—Es preciosa, Erick – dije cuando terminamos de recorrer toda la mansión y nos dirigimos al parque trasero que parecía más un pueblo que otra cosa.

—Me alegra que te guste – se tocó la corbata incómodo – No me gusta usar traje, supongo que ya lo has notado – reí divertida.

—¡Cariño! – chilló su madre contenta – ¡Has llegado! ¡Y con _____! – sonrió mientras nos abrazaba a ambos – Estás bellísima, cariño.

—Gracias señora Colón, usted igual – dije mientras ella besaba mi mejilla.

—Oh, vamos, más confianza _____, llámame Karen – me animó – ¿Cómo has estado? Moría por verte desde que nos conocimos en aquella reunión, Erick no ha dejado de hablar de ti – este último mencionado miró a su madre con enfado y arqueando las cejas, yo solo sonreí.

—Muy bien – le respondí y dirigí mi mirada a Erick – ¿Así que hablas mucho de mi? – le dí un codazo amistoso.

—De todos modos, aunque me la pasara hablando de ti, no terminaría de describir tu... Explosiva... Personalidad – rió.

La noche pasó lentamente y la casa se llenó de gente. ¿Acaso había ido todo el pueblo? Y de seguro ya que ví unas cuantas caras conocidas, del instituto, de los mercados y las tiendas.

Habían personas en absolutamente todas las partes de la casa. El jardín trasero contenía al menos unas cien o quizás más. Algunos bailaban animadamente en la pista. Otros debatían en mesas, mientras que unos se besuqueaban en asientos cerca de las arboledas, y otros comían hasta no poder más.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora