Enamorada de un Mujeriego | Christopher Vélez

Capítulo 100

{Narras Tú}

—Extrañaba tu comida, Karen – la alagué mientras mordisqueaba un hotcake.

—Y yo te extrañaba a ti, cielo. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos – dijo mientras me servía jugo de manzana en un vaso de vidrio.

—Lo sé, y gracias por dejar a Erick que me quede aquí.

—Eso ni lo digas. Ni siquiera lo debería haber preguntado – me regaló una sonrisa.

Sofía se acercó a la mesa y se sentó al lado de Erick quién todavía estaba bastante adormilado.

—¿A qué hora han llegado? – preguntó Karen acercándole unas tostadas a Sofía y un café a su hijo.

—Por la madrugada, no lo recuerdo – respondió Erick.

Tranquilamente transcurrió la mañana. Sofía se comportaba de un modo realmente extraño.

A comparación de unos años atrás, ella ahora era completamente seria y tajante. Respondía como se le daba la gana. Parecía enfadada, y yo me había atrevido a preguntarle, pero ella simplemente me había respondido "Cambié un poco, eso es todo". Me pregunté si en verdad habría sido mi huída la que la hubiera afectado. Aunque en algún rincón de mi cerebro, albergaba cierta sospecha de que no fuera así.

De hecho, si hubiera sido un poco más valiente me hubiera atrevido a cuestionarle porqué me había mentido acerca de Johann. Pero son su repentino cambio de humor temía que se enfadase.

¿Y si Johann le había mentido a Erick? Si yo le preguntaba a Sofía probablemente pensaría que desconfiaba de ella.

—Sé que te lo he preguntado un millón de veces, pero, ¿A dónde te mudarás? – preguntó Erick sentado al borde de la piscina.

Nadé hasta él y le respondí.

—No tengo la más mínima idea.

—No es que tenga problema de que te quedes aquí – me advirtió – Simplemente me daría más tranquilidad que te mudes cerca, porque significaría que te quedas, realmente.

—Ya te he dicho que me voy a quedar – le dije saliendo de la piscina – Y de todos modos no me costó nada abandonar todo aquí la última vez.

—Ahí lo tienes – me señaló – No quiero que vuelvas a irte. Pero tampoco quiero controlarte.

Suspiré. Era mejor dejar el tema ahí.

—No te preocupes, Erick. Ya estoy aquí – lo abracé por detrás y besé su mejilla.

Él sonrió y me senté a su lado.

—¿Y Sofi? – pregunté mirando furtivamente hacia la casa.

—Está en el cuarto, hablando con no sé quién – respondió y desvió su mirada.

—¿Quién será? – dije mirándolo fijamente. Algo me ocultaba.

—No lo sé – miraba fijamente el agua.

—¿Por qué no me miras a los ojos cuando me lo dices? – cuestioné increíblemente acusadora – ¿Hay algún pez en el agua que llama tanto tu atención? – dije sarcástica y él rió.

—No, simplemente no lo sé – contestó mirándome fijo para que me retracte.

Lo atrapé. Estaba mintiendo.

—¿Qué sabes? – dije dando por hecho que algo sabía.

Él me miró como haciéndose el confundido e intensifiqué mi mirada para que se diera cuenta de que no estaba bromeando.

—No la pifias nunca – se quejó.

—Dime – lo interrumpí.

—Ayer le pregunté porqué te había mentido, y dijo que era porque no quería darte "explicaciones" – hizo comillas con los dedos – Y a mi tampoco – frunció el ceño – Pero finalmente terminé sacándole que ella dejó a Johann porque le gusta otro.

La mandíbula casi se me desencaja.

—Lo sé, yo también pensé que su relación sería para siempre – me dijo Erick.

Suspiré nerviosa. ¿Por qué me había mentido? La misma sensación que había tenido en el avión, volvía a apoderarse de mi estómago. Enojo, pero esa maldita intriga. ¿Por qué tanto misterio? ¿Quién sería ese chico del que ella ahora estaba tan pendiente como para dejar al semejante partido de Johann?

No pregunté más del tema. Pues Erick no sabía mucho, y ambos teníamos algo de temor para preguntarle a Sofía.

Si hubiera habido una situación como esta hace dos años, probablemente yo ya estaría interrogándola y sacándole hasta la última gota de jugo al asunto. Pero en este caso, era diferente, ella si había cambiado, ahora era más intimidante, soberbia, e incluso tenía ese tono sarcástico y ácido que nunca había tenido.

Yo seguía queriéndola igual que siempre. Pero esta, definitivamente, no era la Sofía que yo había dejado hacía casi dos años.