La tomé en brazos y la acuné sobre mi pecho. Siguió temblando por un momento y luego se tranquilizó. Tener su pequeño cuerpo en mis brazos me tranquilizaba y me provocaba una extraña sensación de calidez emocional. ¿Sería una actitud demasiado psicópata dormirme con ella en el sillón? No quería ni moverme por miedo a despertarla, pero también porque estaba demasiado cómodo. "¿¡Qué diablos dices, Chris!?", me reprochaba mi conciencia. Finalmente me dí por vencido y la llevé hasta su cuarto. Al salir de ahí, de inmediato se apoderó de mí el arrepentimiento. Me sentía vacío e incompleto. Vamos... Es solo una chica sin suerte. Quizás podrías acostarte con ella una o dos veces, y luego ya no la vería más. La idea no me agradaba.
{Narras Tú}
Desperté en un lugar diferente, no era mi casa, ni la casa de algún amigo o amiga.
—¡Christopher! – susurré de inmediato y me levanté de golpe.
Recordé la noche anterior, y todo el desastre con mi "magnífico plan". Corrí hacia el baño, cepillé mis dientes, y me di una ducha rápida. Me reduje a unos jeans rasgados negros, una camisa a cuadros negro y rojo, y mis converse negras. Dejé mi cabello en una coleta. Mechones rebeldes caían sobre mis sienes. Fui al comedor y me encontré con un Christopher cansado y algo frustrado.
—Buenos días – dije espléndida.
—Buenos días, linda – sonrió al verme y besó mi mejilla.
Me sorprendí con el gesto pero no dije nada.
—Bien, tendría que ir a buscar la información de las personas que hay en el pueblo. Vuelvo en media hora – me despedí increíblemente rápido, pero él me detuvo.
—¿Acaso no vas a desayunar? – me preguntó sorprendido – He pasado una hora haciendo esto para ti – miré el desayunador y me dí cuenta que se había lucido preparando hot cakes, tostadas, y jugos de diferentes sabores.
—Me impresionas, galán – dije haciendo una mueca de aprobación.
—Pues sé como tratar a una chica – me respondió mientras me sentaba en una silla.
—Debo admitir que si – Sonreí y bebí un sorbo de jugo.
—¿Te gusta la nutella? – dijo sacando una de la heladera.
—En realidad no.
—¿En serio? Eres rara. ¿A quién no le gusta la nutella? – preguntó más para sí mismo.
—Me empalaga un poco, es demasiado dulce – suspiré. No tenía tiempo. Él se sentó a desayunar conmigo, y de pronto hubo un silencio incómodo.
—¿Tuviste pesadillas? – cuestionó.
—¿Ah? – musité confundida – Oooh... Ahm... No recuerdo – intenté darle una sacudida a mi memoria – Un momento, yo recuerdo haberme dormido en el sofá – casi se atraganta con la tostada.
—Sí, bueno... Eh... Te llevé hasta el cuarto – se excusó.
—¡Ya lo recordé! – dije de repente y me miró alarmado – ¡Soñé con zombies!
Soltó una risa nerviosa.
—¿Por eso llorabas? – preguntó.
—¿Qué yo qué?
—Nada, nada. No importa – respondió riéndose entre dientes.
Terminamos de desayunar.
—Bien, te llevaré hasta la municipalidad del pueblo y luego me iré a trabajar.
—Genial.
—Pero te daré una copia de las llaves de casa por si no llego a estar cuando regreses, además de que ya tienes mi número. Si me necesitas, si te pierdes o algo por el estilo, solo me llamas – agregó – Aunque no creo que te pierdas, el pueblo es bastante pequeño, y supongo que poco a poco te familiziarás de nuevo – me entregó una de sus más bellas sonrisas.
—Gracias Christopher, ya no sé como podré agradecerte todo lo que haces por mi, eres un gran tipo – golpeé su hombro amistosamente, pero él me tomó de la muñeca y me abrazó. Me quedé atónita.
—Al menos finge que me abrazas, malvada – reí y lo abracé.
Media hora después...
—¿Qué se le ofrece? – me atendió la empleada de recepción.
—Quisiera saber si podría revisar el registro de habitantes en el pueblo – respondí lo más educada que pude.
—¿Porqué motivo?
—He venido desde Quito con la intención de reencontrarme con mi abuela, pero al llegar a su domicilio, este mismo ya no estaba – me miró escéptica – Tengo la esperanza de que ella siga en el pueblo, quizás así pueda conseguir su nueva dirección – Sonreí cordial.
—¿Cómo es el nombre de su abuela? – me devolvió la sonrisa.
—Fernanda Fernández – respondí y su sonrisa se desvaneció.
—¿En serio? – preguntó seria.
—Por supuesto – dije firme y algo confundida.
—Déjeme buscar, aguarde un momento – intentó disimular su asombro.
Se dirigió hasta un pasillo y desapareció de mi vista.
Al cabo de cinco minutos regresó.
—Bien, hay cinco mujeres llamadas "Fernanda" en el pueblo, aquí le dejo el registro – me entregó una carpeta negra.
Me senté en uno de los sillones de la recepción y comencé a revisar. Dos de esas mujeres llamadas igual que mi abuela, eran demasiado jóvenes. Entre 15 y 30 años cada una. Me guiaba por los datos. Pero no encontraba respuesta. Buscando en mis vacíos recuerdos, logré acordarme de que "Fernández" era el apellido de casada de mi abuela. "García" era su apellido de soltera. Y como arte de magia la encontré. Había una foto de ella, y la dirección de su casa. Sonreí y el corazón comenzó a palpitarme hasta que noté una última anotación al extremo de la hoja.
Fallecida el 6 de julio de 2006.
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Enamorada de un Mujeriego | Christopher Vélez
Fanfiction...y entonces descubrió que sin amor, todos los besos saben a lo mismo...