{Narras Tú}
Me encontraba en casa, organizando algunas cosas en mi cuarto. ¿Cómo era eso posible? Hacía más de una semana que me encontraba viviendo allí y aún todo era un maldito desorden.
En esos momentos volvía a extrañar la convivencia con mi mejor amiga. Sofía podía ser cualquier cosa, menos desordenada o desprolija.
Sonó el timbre, lo cual hizo que mi corazón se desbocara. No era porque me causara sorpresa que me visiten, sino porque el maldito sonido del timbre podía despertar al pueblo entero.
Caminé entre ropa y cajas intentando esquivar todo objeto que pudiera causarme una terrible caída y rotura de dientes.
—¿Zabdi? – dije asombrada observando al gigante chico que se encontraba en mi umbral, él asintió con una sonrisa – Demonios, estás enorme.
Él rió y me abrazó.
—¿Cómo estás, bonita? Tanto tiempo sin vernos.
—Genial, pero ven, pasa – me aparté a un lado para que él pasara.
—Diablos – dijo él asombrado luego de que le desembuchara toda la historia de los últimos dos años.
—Lo sé – dije con un suspiro – ¿Te has dado cuenta que con nosotros siempre sucede lo mismo? – pregunté sorprendida al notarlo. Él negó confundido – Dejamos de vernos por un largo periodo, y siempre terminas visitándome y yo contándote toda la historia – ambos comenzamos a reír.
—Tienes razón, no lo había notado – asintió riéndose.
Yo sonreí.
—Y cuéntame tú, ¿Cómo va tu vida? – le pregunté mientras bebía un sorbo de mi jugo.
Nos encontrábamos en una de las cafeterías más visitadas de Loja. Era conocida por sus exquisitas malteadas, las cuales no había persona en el pueblo que no las haya probado. Eran realmente deliciosas.
—Pues bien, supongo – dijo el panda desviando la mirada.
Lo observé esperando a que diga algo más, pero no lo hizo.
—¿Eso es todo? – pregunté divertida – Vamos, cuéntame. Siempre soy yo la que hablo.
Él rió, confirmándome, patéticamente, que tenía razón. ¿En realidad era yo la charlatana?
—Bueno, estoy saliendo con alguien – dijo sonrojándose.
—Eso es genial – sonreí y al instante llegó mi última imagen de él – ¿Con Elisa, verdad? La chica de la fiesta de... – tragué saliva intentando ocultar mi tristeza al nombrarlo pero ya era tarde – De la fiesta – concluí sin nombrarlo.
Él sonrió comprensivo, al parecer, ya había captado el matiz de tristeza en mi voz.
—Sí, es ella – dijo dándome la razón – ¿Te ha agradado?
—Pues no he cruzado más de dos palabras con ella, pero parece muy amable – admití – Me gustaría conocerla.
Él carcajeó entusiasmado.
—Tengo una idea. En una semana, haré una fiesta en casa, porque estoy a poco tiempo de concluir con mis estudios – lo miré sorprendida – Duros años, créeme que la psicología no es nada fácil – dijo divertido y reí – El punto es que Elisa estará allí, ¿Quieres venir?
—Claro, sería genial – respondí mientras miraba a través de la ventana como un lujoso vehículo se estacionaba sobre la vereda de la cafetería. ¿Acaso el alcalde asistía a ese tipo de lugares? – ¿Hace cuanto salen? – pregunté cambiando de tema.
—Pues, no me diste la oportunidad de decírtelo, pero desde unas semanas antes de la fiesta ya éramos novios – dijo casi orgulloso – Unos meses después oficializamos la relación. Quiero decir, es algo serio.
Le sonreí amigablemente.
—Entonces es algo serio, serio – enfaticé divertida – ¿Huelo a boda?
Él rió nervioso.
—No, aún no – carcajeó – Pero quizás.
Luego de unos cuantos minutos de animada conversación le pedí al panda que aguardara unos minutos.
Me dirigí al tocador y me observé en el espejo. ¿Cómo es que Zabdi no me había advertido? Estaba totalmente despeinada. Acomodé un poco los mechones, y retoqué mi labial. Sí, he dicho labial. Probablemente hubiera considerado superficial, el simple hecho de arreglarme un poco solo por estar en una cafetería, pero aquellos dos años me habían cambiado bastante.
Ahora era algo más femenina y elegante. O al menos intentaba serlo.
Suspiré y me dirigí a través del angosto pasillo de nuevo a nuestra mesa.
Me sorprendí al notar que Zabdiel no estaba allí.
Un mesero se acercó a mí.
—Me ha dicho el muchacho que estaba contigo que te espera afuera – me dijo el empleado – La cuenta está pagada.
—Gracias – le sonreí y tomé mi bolso – Aquí la propina, las malteadas han estado deliciosas – el chico tomó el dinero y me entregó una sonrisa.
Me dirigí a la salida de la cafetería buscando con la mirada a mi alto amigo.
El corazón se me desbocó, como lo hacía, indudablemente, cada vez que notaba su presencia. ¿Cómo era posible que con el simple hecho de verlo, la piel se me erizara y la sangre me ardiera? ¿Cómo era posible que el tiempo no curara las heridas o al menos me hiciera olvidar lo que sentía por él?
Una repuesta sencilla para el cerebro pero difícil para el corazón, se reflejó ante mis ojos. "El tiempo no cura las heridas sino logramos perdonar a quien las causó".
Y allí estaba, la perfección en persona, el hombre de mirada irresistiblemente traviesa y sonrisa de ganador. Christopher Vélez, se encontraba apoyado contra su lujoso auto frente a la cafetería.
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Enamorada de un Mujeriego | Christopher Vélez
Fanfiction...y entonces descubrió que sin amor, todos los besos saben a lo mismo...