Capítulo 29

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{Narras }

Por mi parte, yo conversaba con Erick y sus amigos.

Bien.

Quizás debería haber intentado charlar con alguna de las chicas, pero no era lo mío. Eran demasiado putas, o demasiado tímidas para mi gusto.

Esa es una de las ventajas de juntarte a pasar el rato con un grupo de amigos hombres, siempre habrá tema de conversación, aunque no sea de tu agrado siempre terminarás riéndote.

{Narra Christopher}

Mis padres me habían llamado, habíamos sido invitados a la fiesta de los Colón.

Por primera vez en mi vida me alegraba de estar obligado a ir. De seguro me encontraría con _____.

Demonios, como la extrañaba. Tres meses de arrogancia, insultos y sentimientos heridos para nada. No sabía exactamente porque había empezado con esa maldita guerra su primer día de instituto.

Quizás porque me sentía herido al ver que ella sonreía y hablaba con un chico, cuando a mi me trataba con fría indiferencia. Por el hecho de que no podía tenerla rendida a mis pies como el resto de las chicas, o simplemente porque no podía tenerla.

Esa maldita semana en la que ella no me había cruzado palabra luego de lo de Andrea, había sido dolorosa, aunque no lo quería aceptar. Pero esos asquerosos malditos meses sin _____, me atormentaban. Solo con insultarla, me destruía a mi mismo. Quería tenerla cerca de mi, fuera como fuera. Quería hablar con ella, quería que ella dirigiera palabras a mi, aunque fueran con odio y rencor. Era enfermizo, pero la amaba.

La amaba y la odiaba al mismo tiempo. No me importaba no tenerla en mis brazos, en mi cama, o en mi casa. Su nombre quemaba mi corazón, me hacía arder de deseos, de miles de malditos sentimientos que jamás he sentido. Quería que entrara en mi vida, que me enloqueciera con sus peleas, que me besara como ella bien sabía hacerlo, que me enterneciera, que me amara como yo la amaba a ella.

Y algunos se preguntarán, ¿Dónde quedó el mujeriego de Vélez? Pues esa parte de mí se la llevó_____ consigo. Al igual que con mi alma. Me sentía vacío y sin vida, y lo tenía bien asumido.

Solo el hecho de que ella me mirara me volvía loco. A veces me dolía pensar que yo era el único que amaba en esa complicada relación. Ella no podría siquiera tenerme aprecio, no después de todo el repugnante odio fingido que expresé hacia ella.

Quería recuperarla, y lo haría, de una manera u otra ella volvería a ser mía, y para siempre. El problema que más me atemorizaba es que sería de mi, si ella me dijera que no definitivamente.

{Narras }

Había tomado de más y lo sabía. Pero no me importaba, quería olvidarme toda la confusión y el dolor que sentía por el beso con Christopher. Al menos esa noche. Tomé seis margaritas seguidos hasta quedar en un estado de idiotez total. Todo el mundo bailaba y todo giraba a mi alrededor.

Erick no estaba mucho mejor que yo.

Faltaban al menos tres horas para que terminara la fiesta y yo me sentía exhausta, y totalmente borracha.

—Creo que debo irme – balbuceé intentando mantener el equilibrio con aquellos malditos tacones.

—¿No te vas a quedar? – preguntó Erick intentando concentrarse en lo que decía. Jennifer, una de las pocas amigas que tenía yo, estaba sobre sus piernas, en nuestro mismo estado.

—No puedo, me sentiría incómoda – susurré entre cerrando los ojos, intentando que nada se moviera a mi vista.

—_____, no puedes irte, estás borracha y no creo que nadie que sea de tu agrado en esta fiesta pueda llevarte, hasta los choferes están ebrios, quédate – empezó con un poco de lucidez mientras bebía otro trago – Sube hasta el primer piso, la última puerta a la derecha. Es una de las habitaciones de huéspedes.

Intenté sonreír pero mi cara no expresó más que una mueca alcohólica.

—Gracias – susurré mientras intentaba tocar su cabeza pero le rocé la oreja. ¡Diablos! Estaba demasiado ebria.

El rió cansadamente.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora