Capítulo 129

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{Narras }

Decir que estaba confundida, era quedarse potencialmente corta. La racionalidad y los sentimientos iban por dos caminos completamente distintos.

No pegué un ojo en toda la noche, y menos con el insistente sonido de mi celular zumbándome en los oídos.

Solo me había bastado leer el primer mensaje para saber lo que vendría a continuación.

"Me he equivocado, en serio lo lamento, ______. Por favor, perdóname".

Joel, martillándome la cabeza, y haciéndome sentir más culpable de lo que ya me sentía. En principio, me había dolido que me tratara de esa manera. Pero el enojo y dolor se habían esfumado al darme cuenta de lo que estaba haciendo yo.

¿Desde cuando empecé a jugar con los sentimientos de dos hombres? Lo único que tenía decidido esa noche, era que aquí terminaba el juego.

Me enfrentaría a las consecuencias. Le confesaría a Joel como me sentía con respecto a Christopher. Sabía que eso lo haría enfurecer y echarme en cara porqué había estado utilizándolo de esa manera.

Pero al menos no se entristecería. Preferiría que me odie a que sufra por mí.

Por más que amara a Joel, sabía y terminaba por asumir que mis sentimientos por el ojos cafés eran más fuertes.

¿En qué momento permití que Christopher calara tan profundo en mi ser?

No iba a volver con él.

No podía.

Ciertamente, una parte de mí, sabía que bastaba con que Christopher me diga un par de palabras dulces para caer de nuevo en sus brazos, pero aquella pizca de racionalidad que albergaba mi cerebro, calculadora y fría, predecía lo que sucedería.

Volver con él solo equivaldría a un par de meses de romance, y luego a la misma mierda de siempre. Los celos, la desconfianza, y las malditas y putamente existentes rameras.

"Al menos dime dónde estás. Me tendrás preocupado toda la noche".

Joel se preocupaba por mí, y eso solo arremolinaba en mi interior más culpa y confusión.

"Me he quedado en casa de Erick. Estoy bien. Hablaremos mañana, cuando ambos estemos más calmados".

Una vez que comprobé que el mensaje fue recibido, estuve a punto de apagar el celular hasta que un mensaje entrante me desbocó el corazón.

Christopher era el remitente.

"Cada día me vuelves más loco. Solo me basta con oír tu voz para que mi corazón comience a latir frenéticamente. ¿Qué tienes, _____? Te has adueñado de mi alma. No como vivir sin ti. Que descanses, princesa. Te amo más de lo que amaré a nadie, jamás".

Suspiré como una adolescente enamorada. Y allí iba de nuevo. En los momentos justos, la presencia de Christopher me aflojaba las rodillas y me encandilaba nublado mi mente y alejando cualquier pensamiento racional.

Demonios, una cita con el psicólogo no me vendría nada mal.

"¿Es que a altas horas de la noche te inspiras más? Eres tan cursi, pero irresistiblemente encantador. Quizás deba dejar un poco las palabras, y arriesgarme a los actos. Pero sabes que me cuesta terriblemente eso. Lo único que puedo asegurarte esta noche, es que no has salido de mi corazón Christopher Vélez, y jamás lo harás. Te amo más de lo que puedas imaginar. Que descanses".

Me debatí nerviosamente entre lo que parecía correcto y lo que no.

"Tu problema es que piensas demasiado", me reprochó mi conciencia.

Y tenía razón, maldita mente calculadora.

"Enviar".

Sin querer saber las respuestas de ninguno de aquellos dos hombres, apagué el celular.

Y sin esfuerzo, el sueño se apoderó de mí. Repitiendo en mi cabeza, los horribles momentos que había pasado en el día, mezclándose con las caricias de Christopher, aún sensibles en el piel.

-Gracias Erick, definitivamente eres el mejor - lo abracé con toda la fuerza que pude hundiendo mi rostro en su cuello - ¿Por qué diablos no puedo cerrar mis brazos entorno a ti? Ya para con el gimnasio - me quejé divertida y él me entregó una sonrisa victoriosa.

-Así llamo más la atención. Llegará el verano y con solo quitarme la camisa provocaré que las chicas caigan a mis pies - bromeó el trigueño flexionando y haciendo fuerzas con el brazo, resaltando su, bien entrenado, bícep.

-No necesitas músculos para que caigan a tus pies. Tienes un encanto natural - alimenté un poco su ego.

Aunque en realidad era cierto.

Él volvió a sonreír con ternura.

-¿Un halago de la fría y cruda Rodríguez? Diablos, soy un fan adolescente.

Golpeé su hombro riendo.

-Gracias por traerme, y por todo el rollo de anoche. No te olvides de darle mis saludos a tu madre - le pedí sacando las llaves de mi bolso.

-Vé a visitarla. Estará encantada de verte - dijo él besando mi frente a modo de despedida - Y ya sabes, si hay problemas... - ladeó la cabeza refiriéndose a lo que se avecinaba dentro de la casa - Me llamas.

Asentí con una sonrisa débil.

Él se marchó del pórtico a su auto.

Suspiré indecisa.

Luego de un minuto vacilante coloqué las llaves en la cerradura y las giré sintiendo como la tensión se apoderaba de mis músculos.

"No seas cobarde, enfrenta los hechos".

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora