Capítulo 37

8K 465 6
                                    

{Narras }

Seis meses más tarde...

—¡Llegaremos tarde a la clase, _____! – chillaba Sofía.

Mi, oficialmente, mejor amiga.

—Tranquila Sofi – dije en tono despreocupado mientras terminaba de beber café.

La castaña me lanzó una mirada fulminante.

—Tienes cinco segundos – comenzó entrecerrando los ojos y levantando la mano – Uno – dijo firme.

La miré sonriendo.

—Dos.

Me reí.

—Tres.

¡Oh vamos! Debía estar bromeando.

—Cuatro – apretó la mandíbula y solté una carcajada.

—Cinco – gritó abriendo la puerta del cuarto – ¡Christopher!

La miré sorprendida dejando el café sobre la mesa de nuestro departamento.

—¿Qué? ¿Qué haces? – comencé a preguntar confundida mientras escuchaba unos pasos acercarse al comedor.

—Hola chica impuntual – entró Christopher por la puerta.

Diablos, en una fracción de segundo se me detenía el corazón y volvía a reanudar su latido a toda velocidad.

Aquel chico estaba cada vez más bello.

Desde que habíamos empezado de nuevo, todo había ido de bien en mejor.

Éramos realmente amigos, y me gustaba. Pero de cierta manera estaba decepcionada de que luego de ese ardiente beso en la casa de Erick, no hubiera pasado nada más. Cuando acepté comenzar nuestra relación de nuevo, no se me pasaba ni de cerca por la cabeza que ahora seríamos algo como eso.

Él me trataba casi como una hermana, e interiormente me carcomía la indiferencia de trato, pero no iba a arriesgarme de nuevo a una relación con él.

Disfrutaba de su compañía, e intentaba engañarme a mi misma que solo su amistad era lo que deseaba. Pero ni yo me lo creía.

Volví a la realidad, al sentir unos brazos sobre mis piernas.

Christopher me había tomado sobre su hombro y yo comencé a patalear frenética.

—¿¡Qué haces!? Bájame, ¡Bájame! – grité mientras miraba a Sofía aún en la puerta – ¿Qué clasede  plan macabro es este?

Sofi tomó mi bolso con los libros y salió del departamento mientras Christopher la seguía conmigo en su hombro.

—¿Qué haces? ¡Aún debo hacer cosas! Bájame, ¡No puedo ir! – chillaba mientras caminábamos hacia el auto de mi amiga.

—Sofi me ha estado comentando que últimamente la haces llegar tarde a todas sus clases, así que decidí intervenir.

Me bajó al lado de la puerta del copiloto e intenté moverme.

No quería ir aún, tenía cosas que hacer en el departamento. Además, unos minutos tarde no harían daño.

—No irás a ningún lado – me advirtió Sofía desde su asiento. Encendió el motor se su lujoso convertible rojo.

—Aún no puedo, Sofi, espérame unos minutos.

Christopher negó con la cabeza y me sentó sobre el asiento del copiloto, luego me enredó con el cinturón.

Caminó y se sentó en los asientos traseros tomándome de los hombros para que no pudiera irme.

—Que malos que son – me quejé.

Mi amiga sonrió victoriosa al poner en marcha su auto a través del campus.

—Te dije que no me harías llegar tarde de nuevo – sentenció – Y tampoco tú llegarás tarde si no quieres que tu carrerilla de filosofía se vaya por la borda.

Bien, hacía unos meses desde que había comenzado la universidad, y realmente me iba mal. Me sorprendía, ya que siempre fuí una persona muy aplicada al trabajo, comenzaba a temer que la filosofía no fuera lo mío.

—Deberías probar otra carrera – dijo Christopher desde el asiento de atrás – Filosofía no es una.

—De nuevo empiezas con eso, Vélez – gruñí.

—La última vez que lo mencioné fue hace casi nueve meses, el segundo día de conocerte – se quejó – Exageras.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora