Capítulo 125

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{Narras }

Unas cuantas horas después desperté con los músculos agarrotados y la sensación de haber sido arrollada por un centenar de camiones. Pensé aquello, me encontraba terriblemente cómoda.

Abrí un ojo pero la luz me cegó y volví a cerrarlo, molesta.

Estaba en los brazos de Christopher, podía sentir el dulce perfume emanando de su cuerpo, y la calidez que me proporcionaba aquel cuerpo.

—Cariño – murmuró él en mi oído y luego acarició mi hombro – Me encanta tenerte en brazos, pero es mejor que te despiertes, tu padre...

Abrí los ojos y pegué el rostro a su pecho, la luz me provocaba un terrible dolor de cabeza y mareo.

Christopher se acomodó de modo que quedé sentada sobre su regazo.

—¿Te sientes bien?

—No, tengo migraña – respondí con voz ronca y baja.

—¿Quieres que pida un ibuprofeno?

—Solo quédate conmigo.

Él sonrió y luego besó mi frente.

—¿Van a derivar su cuerpo a algún sitio? – le pregunté con el ceño ligeramente fruncido.

—Los doctores han dicho que eso depende de tu decisión y la de tu...

—Él no es mi hermano – dije bajándome del regazo de Christopher para luego sentarme en el asiento contiguo – A él no le corresponde ningún tipo de decisión respecto a mi padre.

—¿Por qué no lo aceptas? – dijo el moreno apareciendo de repente por el pasillo.

No le respondí. Aún no caía en la realidad, y tampoco quería hacerlo. ¿Cómo podrían haberme ocultado algo así? Ya no podía encontrarme enfadada con mis padres, simplemente ellos no estaban conmigo.

Pero estaba furiosa conmigo misma, por ser tan estúpida como para no notarlo.

De todos modos, ¿Cómo podría haberlo sabido?

—¿Qué edad tienes? – le pregunté a Richard sin mirarlo.

—Veinticinco – respondió él serio y lo observé.

—¿Por qué hasta ahora me entero de que eres mi hermano? – le dí énfasis a la última palabra como si se tratara de un chiste.

Un profundo silencio colmó la sala de espera. Solo se podían oír nuestras respiraciones. Christopher se tensó a mi lado.

—Es una historia bastante larga – dijo él al fin.

Suspiré.

—Algún día me la contarás – le avisé en tono de burla – ¿Qué haremos con...?

Tragué saliva y evité las lágrimas por milésima vez.

—A él le hubiese gustado que sus restos estuvieran en Quito – dijo Richard sereno.

Lo observé.

—¿Cómo sabes eso?

—Es parte de la historia que no quieres escuchar ahora – me advirtió.

Sin decir nada, me levanté y caminé hasta la habitación donde se encontraba el cuerpo, sin vida, de mi padre.

—Adiós papá – murmuré casi para mí y luego de unos segundos, me marché sintiendo como el alma se despedía de mi cuerpo. Caminé por el largo pasillo de nuevo a la salida. Ambos hombres me observaron expectantes. Suspiré – ¿Me puedes llevar a casa, Chris?

Él asintió, se paró y caminó hasta donde yo me encontraba.

El moreno me observó.

—Quieras o no, somos hermanos, _____ – me dijo Richard, severo. Yo lo observé casi con desprecio – Eres lo único que me queda – concluyó y sentí como el rubor se apoderaba de mis mejillas.

Él me observó con lágrimas en los ojos, y no pude controlarme más.

Caminé hasta él y lo abracé como si lo conociera de toda la vida. Richard desconcertado me correspondió sollozando en mi hombro.

—No sé quien diablos eres, pero si eres parte de mamá y papá, es imposible no quererte – musité intentando que no se me quebrara la voz.

—Te explicaré todo – prometió – Pero primero necesito que lo asumas.

Suspiré y lo solté.

—Encárgate de papá – le pedí yo – No quiero presenciar esto – dije increíblemente fría y él asintió.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora