Capítulo 60

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{Narra Christopher}

Diablos, diablos, ¡Diablos!

Casi le digo que la amo, mierda Christopher. ¿Por qué no puedes decírselo de una maldita vez? No es tan difícil.

Pero, ¿Ella me amará? ¿Y si no me ama? ¿Qué cara pondrá cuando le diga que la amo y ella no sepa como responderme?

Sentía un gran vacío cada vez que recordaba que su respuesta ante mi "te amo" no podría ser del todo positiva.

Tranquilo, tranquilo. ¿Y si no me ama y se aleja de mí?

¡Basta!

Con dificultad alejé esos pensamientos que nublaban fríamente mi mente.

Mañana era su cumpleaños y estaba seguro de que la sorpresa que le tenía, la dejaría encantada.

{Narras }

¿"Te quiero"? ¿Un patético "Te quiero"?

Genial, ahora si me sentía derrumbada.

Demonios Christopher, si supieras lo que siento por ti.

No me bastaba en absoluto que él me quisiera, y estaba segura de que si supiera lo que realmente siento por él, correría espantado.

—Me quedo en casa contigo, ¿Puedo? – le pregunté a Sofi.

—No tienes ni que preguntarlo, recuerda que es tu casa también – sonrió.

Volvimos del parque a la zona residencial de la universidad donde se encontraba nuestro apartamento.

Sofía sabía a algo de lo que sucedería mañana, estaba segura. Y yo no era muy buena para las sorpresas.

—Dime, ¿Tú crees que Christopher haga algo para mañana? – pregunté intentando ocultar patéticamente mi curiosidad.

Ella me miró como si intentara mantener la boca cerrada.

Y parece que sí le funcionó.

—No tengo idea – fueron sus últimas palabras antes de entrar a ducharse.

Me dirigí frustrada a la cocina.

Detestaba, detesto y siempre detestaré las sospresas. Definitivamente no son lo mío. No me gustan simplemente por el hecho de que son cosas que no puedo mantener bajo control propio.

Sonó el timbre y casi tiro el vaso de jugo al piso de la sorpresa.

Caminé hacia la entrada y abrí la puerta.

—¿Qué diablos haces aquí? – pregunté con total repulsión y enojo.

—¿Esa es la manera de recibirme luego de casi un año de no vernos? – dijo algo ofendido y frunció el ceño – Te extrañé.

—¿Extrañas que limpie la casa?

—Veo que sigues igual de hilarante que siempre – contraatacó sarcástico.

—¿Qué quieres? – repetí ácidamente.

—¿Acaso no puedo visitar a mi hija? 

—No tienes el derecho de llamarme hija, y mucho menos de llamarte "padre" – dije haciendo comillas con los dedos.

Él me miró herido, y yo moví el pie con impaciencia.

—Ha sido un gusto verte – intenté concluir pero él mantuvo la puerta abierta con su pie.

No estaba asustada, ya había pasado por esto. No me importaba si me golpeaba o insultaba de nuevo, por nada del mundo volvería a tenerle ese extraño y alejado afecto que le tenía de pequeña.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora