Capítulo 135

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{Narras }

La mañana del jueves, le envié un mensaje a Richard.

Ya me consideraba "preparada" para cualquier explicación que tuviera que darme.

Habíamos quedado que iríamos a almorzar juntos después de mi segunda clase.

—Te extrañaré demasiado – dijo Joel aferrándome a él.

Al parecer, la transferencia del empleo de Joel había quedado incompleta.

Por lo que tendría que regresar a Estados Unidos unos cuantos días para poder resolverlo. Obviamente, no tardaría tanto tiempo, por lo que un par de días bastaban para que volviese.

—Yo también – murmuré correspondiendo su abrazo – Te amo – atraje su rostro hacia mí, y planté el beso más dulce que pude. 

Luego de un momento, cuando ambos nos soltamos para poder respirar, él me observó con cierto encanto en su mirada.

—Te amo – musitó entrelazando nuestros dedos y besando mis nudillos.

—Bien, debo irme, mis alumnos me esperan – le recordé observando el reloj en mi muñeca.

—Cuídate cariño. Y descansa en estos días, porque cuando vuelva, ya sabes lo que nos espera – me advirtió en un sensual ronroneo.

Me estremecí.

—No cambias, ¿Eh? – le reproché con una sonrisa, totalmente sonrojada.

—Jamás. Te amo – dejó un último beso en mis labios, dejándome abrumada ante el contacto de su lengua con la mía.

Palmeó mi trasero y se dirigió a su auto con una sonrisa fácil.

Lo saludé con la mano y él me guiñó el ojo.

—Pórtate bien – gritó antes de que su auto desapareciera del estacionamiento.  

Suspiré. Estar lejos de Joel no le ayudaría nada a mi incorregible tentación con el castaño.

—¿Qué quieres de almorzar? Yo invito – dijo Richard intentando romper el hielo.

El viaje desde la universidad hasta la cafetería había transcurrido con un tenso silencio presente.

—Lo que sea. Lo importante es que me expliques todo el asunto de... Ya sabes – le dije yendo directamente al grano.

Él me observó vacilante y luego le indicó a la mesera nuestra orden.

—¿Por dónde empiezo? – dijo pensativo y más para sí mismo pero yo lo interrumpí.

—¿Por qué no te conozco desde que he nacido? – casi le acusé dando inicio a una de las más importantes cuestiones.

—Cuando tenía cinco años me escapé de casa – me dijo directo – Papá vivía diciéndome que mamá estaría bien. Pero yo sabía que él me mentía. Ella se debilitaba día a día – hizo una pausa para dejarme reflexionar al respecto.

—¿Entonces mamá ha estado enferma desde antes que yo naciera? – le pregunté desconcertada.

Él asintió con tristeza.

—A pesar de la edad que tenía, era muy consciente de lo que sucedía – continuó él – Viví en la iglesia un par de días. Una monja me cuidaba, yo le había contado mi historia, con la inocencia de un niño de cinco años, por supuesto. Le había rogado que no me entregara a nuestros padres. No quería volver para ver a mamá morirse.

—¿Cuánto tiempo viviste con esa mujer?

—Hasta los diecisiete. Fue cuando ella falleció. Para todo el mundo yo era su sobrino, hijo de una hermana que había muerto en un accidente. Por tanto, cuando quisieron enviarme a una especie de orfanato, volví a escapar. Regresé a casa. Me sorprendió ver a papá allí. Él me reconoció casi al instante. De pronto una niña de unos diez años de edad se asomó por la puerta. Ella preguntó quien era yo. Y papá simplemente le dijo "no es nadie, cariño" y cerró la puerta en mi cara. Me enfadé. No me iría de allí sin respuestas. Unas horas después, cuando ya anochecía, volví a golpear a su puerta. Él me observó sorprendido, parecía ebrio, por lo que aproveché para pasar a la casa sin detenimientos. Corrí hasta tu cuarto, y él detrás de mí. Sabía que si te quedabas allí el te haría daño. Y también sabía que eras mi hermana. Hija de nuestra madre. Lo notaba en tus rasgos. Él me dijo que si no salía de allí, llamaría a la policía. Cuando quise sacarte, él me advirtió que me buscarían por haberte "secuestrado". Esa fue la última vez que lo ví hasta que cumplí veinticuatro. Empecé a estudiar en la universidad pública, y a trabajar. Rentaba un pequeño departamento. Sólo me faltaban un par de materias para recibirme de abogado cuando un día él tocó a mi puerta. Me rogó que lo escuchara. Me contó que con tus dieciocho años te habías fugado de la casa. Y todo el rollo. Yo le pregunté qué podía hacer, y él me pidió que te buscase. Al principio no estaba muy seguro, por lo cual tardé unos cuatro meses hasta decidirme. No tenía la menor idea de donde podía encontrarte. Los meses pasaban y por fin había conseguido mi título. Entonces supe que necesitaba buscarte, y al menos saber que estabas bien. La suerte estuvo a mi favor aquel día en el que casualmente te disparé, en el partido de paintball. Al instante en que te ví, supe que eras tú. Me gustaba fastidiarte, realmente no sé porqué. Quería decirte la verdad, pero sabía que después de la mala impresión que causé, probablemente no me creerías y saldrías corriendo pensando que estaba loco. Por eso intenté hacerme amigo de Sofía y Erick. Incluso de Christopher, aunque de primera el tipo no me cayó bien. Quería tener una excusa para estar cerca de ti, sin parecer un psicópata.

—No se te ha dado muy bien – bromeé mientras tomaba un sorbo de jugo. Él solo rió con expresión de decepción.

—Finalmente, comencé a ser novio de Sofía – prosiguió él – No voy a mentirte. De verdad me atraía. Pero mi objetivo era otro. Ella tenía sus pros y contras. Saliendo con ella podía estar cerca de ti, o informarme más. Lo cual es ciertamente riesgoso porque cualquier loco puede decirle unas cuantas palabras dulces y la castaña responderá todo con inocencia – bromeó – Pero también era una distracción. Por eso, le dí una negativa al principio. Y le dije que no era adecuada para mí, que era demasiado buena. Lo cual es cierto. Unos días después ella se apareció con toda una pinta de chica mala, e intentó hacerse la intimidante. Fue bastante gracioso verla así. Yo sabía que era toda una risueña y ese look no pegaba con ella. Pero lo que más me sorprendió fue que lo hizo por mí. En ese momento supe que era como plastilina en mis manos – hice una mueca de desagrado – Me serviría para saber donde te encontrabas, y con quién. Todo esto sucedió después de que te fueras de Ecuador. Casi me da por asesinar a Christopher cuando me enteré de lo que hizo. El creía que eran por los celos, pero supongo que ahora ya sabe el motivo de mi reacción – dijo divertido.

—Eso creo – admití con una carcajada.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora