Capítulo 94

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{Narras }

—¿Estás lista, cielo? – preguntó Joel entrando a mi cuarto.

—Bajo en un segundo – le avisé.

Saldríamos a cenar con Erick y Sofía, quienes aún no estaban enterados de nuestra relación. No es que me avergonzara estar con Joel, en lo absoluto, pero aún no me sentía preparada para decírselos. Y aunque él se mostraba tranquilo y comprensivo, sabía que le dolía que no se los dijera a mis dos mejores amigos.

Me observé al espejo. Con veintiún años seguía pareciendo una jodida adolescente. Mi contextura física no había cambiado mucho desde mi huída de Ecuador. Quizás habría crecido cuatro o cinco centímetros. Mi cabello seguía del mismo largo de siempre, ya que yo asistía una vez al mes al salón de belleza de "Pierre". Mi piel se encontraba ligeramente más bronceada, ya que California era realmente soleado.

Y allí seguía, en mi muñeca izquierda, oculto tras pulseras que casi comenzaban a formar parte de mi cuerpo, el tatuaje. Lo que sería aquel viejo regalo para el cumpleaños número veinte de Christopher, estaba intacto.

Lo más irónico era que Joel sabía de la existencia de ese tatuaje, y Christopher no.

En ocasiones había averiguado sobre qué clase de procedimientos se hacen para quitarse un tatuaje, pero además de dolorosos y muy caros, eran escasos los lugares en los que se llevaban a cabo dichos procedimientos.

Pero había algo más que eso. Una parte emocionalmente patética en mí, no quería librarse de él. Me engañaba a mí misma diciendo que quería tener el nombre de Christopher en mi muñeca, cono enseñanza o lección de las estupideces que puede cometer una persona "enamorada". Pero sabía que probablemente lo único que quería recordarme a mí misma era que él si había estado en mi vida.

Coloqué las pulseras en el mismo lugar de siempre. Cinco finas pulseras doradas que cubrían bastante aquellas letras cursivas.

Y por otra parte estaba Joel. Él se merecía un premio. Conociendo mi situación me había, prácticamente, "acunado" en sus brazos unas cuantas noches en la que mi corazón fallaba y comenzaba mi llanto incesante. Me había esperado hasta estar lista de comenzar una relación. Estaba totalmente agradecida a él, que era una especie de ángel enviado para curar heridas. Al menos algo.

Bajé las escaleras con rapidez y Joel me observó con una sonrisa.

—Siempre tan bella.

—Siempre tan mentiroso – ambos reímos.

—Estás de infarto, no te hagas la humilde – me reprochó mientras me tomaba de la cintura y nos dirigíamos al auto.

—Es solo un vestido.

—Tienes razón, pero tú haces que el vestido se vea hermoso.

Fruncí el ceño divertida ante lo tonto que sonó eso y él rió.

—Muy convincente Pimentel – le dije una vez en el auto. 

—Nunca me salen frases dulces, discúlpame por ser tan inútil en eso.

—Eres tan perfecto en todo el resto que ni me he dado cuenta – dije riendo.

—¿En todo el resto? – arqueó las cejas – ¿A qué te refieres? – preguntó con una sonrisa pícara.

—Pues, ya sabes.

Me sonrojé y él sonrió complacido.

—Dilo, no lo sé – se hizo el inocente.

—¡Ya sabes! – chillé totalmente roja.

—¿Qué? – insistió riéndose.

—¡En la cama, Joel, eres perfecto en la cama! – grité tapándome la cara con las manos mientras reía.

—Oh Dios, no te imaginas como eso ha aumentado mi ego – bromeó mientras acariciaba mi hombro.

—Siempre me haces decir las cosas directamente, eres muy malo – hice un puchero.

—Me gusta cuando te sonrojas, así que lo hago por una buena causa – dijo levantando las manos, y yo reí.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora