Capítulo 38

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{Narras }

Sofi rió.

—Si que es una carrera, que tú – lo señalé – Mejor dicho, que ustedes – me corregí – No lo comprendan, no es mi problema.

—¿Y de qué te servirá? – preguntó mi amiga de manera casi capciosa.

—La filosofía es casi una elección de vida.

Ambos soltaron una carcajada.

—No me resulta gracioso – volví a quejarme mientras Sofi estacionaba en frente del edificio cuatro, donde Christopher estudiaba derecho.

—Si lo es – me dijo Christopher y se bajó – Gracias por traerme chicas – miró a Sofía y luego me sonrió y se acercó a mi oído – Adiós mi pequeña filósofa, nos vemos más tarde – susurró dejándome quedada.

—Es un tonto.

—Pero aún así te gusta – dijo Sofi mientras se dirigía al estacionamiento en frente del edificio donde quedaba mi primera clase.

—¿Qué dices? – balbuceé nerviosa – Eso no es verdad.

Su mirada pasó de divertida a acusadora.

—Vamos _____, he notado como lo miras.

—¡No lo miro de ninguna manera!

—Dí lo que quieras, pero no engañas a tu mejor amiga.

Refunfuñé mientras salía del auto.

—¡Nos vemos más tarde, nena! – gritó mientras ponía el coche de nuevo en marcha.

Era demasiado obvia. Quería abofetearme por no disimular mi mirada de encanto cada vez que el castaño ojos cafés se acercaba a mí.

Pero me era casi imposible. Me preguntaba si Christopher también se habría dado cuenta.

De solo pensarlo me sonrojé.

Si Sofía se daba cuenta con solo mirarme, ¿Qué sucedería con él? Demonios.

Entré a mi clase de literatura y me senté en la primera mesa junto a Erick.

—Hola preciosa – besé su mejilla.

—Hola grandulón, ¿El profesor aún no ha llegado?

—No, se rumorea que hay un suplente, ya que nuestro viejo y decrépito profesor se ha jubilado – me dijo él, mientras yo sacaba mis libros.

—¿Cómo que se rumorea? ¿Se ha jubilado o no?

—No lo sé, todo el mundo está diciendo eso.

—¿A quién defines como "todo el mundo"?

—_____, no hagas tantas preguntas, es muy temprano – me reprochó Erick.

—Lo siento – sonreí divertida – ¿Cómo has pasado la noche? – arqueé una ceja.

—Estupendamente – respondió con una sonrisa triunfante.

Y sabía exactamente a qué se refería.

Hacía dos meses que Erick venía intentando ligarse a una chica, la noche anterior, ella se había dignado a rendirse a sus encantos, y finalmente habían concertado una cita.

—Supongo que esa sonrisa no es sólo por un beso – me reí y él me acompañó.

—Oh, claro que no – dijo pensativo sin dejar de sonreír.

—Eres un pervertido – golpeé su hombro.

—¿Qué? Le he dado como conejo toda la... – lo interrumpí.

—¡Cállate! ¡No necesito detalles! – él comenzó a reírse ante mi expresión horrorizada.

—Eres una blandengue, apuesto que aún eres virgen.

El recuerdo de mi primera vez me azotó como una descarga eléctrica. Christopher. Sus besos, sus caricias, y el sonido de nuestros jadeos y gemidos me erizó la piel.  

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora