Capítulo 32

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{Narras }

Me enfadé.

—Pues si no vas a hacer nada útil, ¡Deja de tocarme! – casi le grité mientras me metía dentro de la cama e ignoraba su mirada divertida.

—¿Nada útil? – rió – ¿Soy tu máquina personal de sexo?

Lo fulminé con la mirada y luego cerré los ojos fingiendo dormirme.

—Quiero que hablemos, _____. Pero no contigo en este estado – susurró mientras besaba mi pelo – Mañana hablaremos, ¿Bien?

Asentí quedadamente, y aún con los ojos cerrados. En cuanto mi cabeza entró en contacto con la almohada mi "sueño fingido" comenzó a hacerse real.

Me dio un beso en la mejilla y luego suspiró.

Seguía sintiendo su presencia, pero el alcohol comenzaba a surgir efecto.

Sentía como cada músculo de mi cuerpo se destensaba y mi mente se relajaba.

"Te amo" fue lo último que escuché antes de caer completamente rendida.

Desperté al día siguiente con una gran jaqueca.

—Buenos días, dormilona – en ese momento entraba Erick por la puerta del dormitorio – O mejor dicho, buenas tardes.

—¿Qué hora es? – pregunté tallando mis ojos mientras me sentaba en la cama.

—Las dos de la tarde – dijo en tono despreocupado, acercándose a la cama con una bandeja repleta de comida.

—¿¡Qué!? Se nos ha hecho tardísimo – exclamé.

—¿Para el instituto? Te recuerdo que ayer lo terminamos – comenzó a reírse tras mi mueca de confusión – ¿Sufres de memoria a corto plazo?

Golpeé su hombro y le hice un espacio en la cama.

Hasta ese momento, no había notado el lujo de la dichosa "habitación de huéspedes".

—¿Te divertiste? – enarcó una ceja mientras encendía la televisión y me pasaba una tostada.

—¿Es una pregunta capciosa?

—Dímelo tú – tomó un sorbo de café.

—Sí, ha sido genial. Tu madre hace las mejores fiestas del mundo.

—¡Lo sé! – sonrió – Deberías ver el jardín, luego de las seis de la mañana la gente comenzó a irse, pero hasta las nueve seguía habiendo personas por todos lados. Creo que todos se han ido caminando a casa, si no es que en las noticias muestran graves accidentes de tráfico.

Pese a la gravedad de la situación, nos reímos.

—¿Cómo es que no tienes una gran jaqueca? – pregunté mientras cerraba los ojos con fuerza y recordaba el punzante dolor de cabeza.

—Estoy acostumbrado, pero tú eres una novata mi querida _____ – volví a reír, y me dolió aún más la cabeza.

—¿Tu madre duerme?

—Si, y por cierto, quiere que veas las mil trescientas cincuenta y dos fotos que ha tomado con su nueva hija adorada.

—¿Hija adorada? – cuestioné con curiosidad.

—Su nueva cámara fotográfica – explicó – Estoy seguro de que se va a dormir con ella, y la quiere más que a mi.

—¿Celoso? – pregunté divertida.

—Créeme que es gran amante de la fotografía.

—Es lindo que tenga una ambición. Oye, ¿Y tu padre? No lo he visto.

—Es un tipo muy ocupado, se la pasa en viajes de negocios. A veces mamá se queja de que no pasa mucho tiempo con nosotros, pero bueno, aquí todos viven de él.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora