Capítulo 149

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{Narras }

Cuatro meses más tarde...

—¿Así que estás en Quito de nuevo? – le dije mientras esbozaba una sonrisa.

—Sí, extrañaba este lugar. Y espero vengas a visitarme.

—Por supuesto, ya quiero conocer a mi nueva cuñada – le respondí ansiosa.

Richard había vuelto a Quito. Allí donde nos habían sucedido tantas cosas malas, donde nos habíamos criado, distanciados, pero al fin y al cabo, en el mismo lugar.

Hacía dos meses había conocido a una chica, la cual lo volvía condenadamente loco, y yo ya quería conocerla.

—Y la conocerás. Espero que no me hagas pasar vergüenza – advirtió él y yo me reí.

—Soy la típica hermanita menor que te arruinará el noviazgo – bromeé. Él soltó una carcajada y luego suspiró.

—Espero que no. Debo irme, _____. Nos vemos en unos días, ¿Bien? – se despidió.

—Adios Richardo – me reí.

—Deja de llamarme así – se quejó divertido.

—Adiós hermano.

—Adiós cariño – dijo él y percibí que estaba sonriendo.

Corté la comunicación y suspiré con una sonrisa.

Sentí sus manos en mi cintura mientras yo preparaba el almuerzo, y una oleada de calor recorrió mi cuerpo.

—Te ves tan bien así – murmuró sobre mi oído y su aliento me rozó quemándome.

—¿Así cómo? – dije en voz bajita y con una sonrisa que él no podía ver.

—Feliz, satisfecha – dijo apremiante y me dí media vuelta.

—Tú me haces feliz.

Él sonrió y sus ojos cafés relucieron.

Entrelazó nuestros dedos y observó mi muñeca.

Apoyé mi mano en su pecho y desabotoné un poco su camisa, bajo su mirada expectante.

"_____".

—¿Te he dicho que amo tu tatuaje? – le pregunté con una sonrisa.

—Un millón de veces – rió él.

Christopher. Christopher se había tatuado mi nombre sobre su pecho del lado izquierdo, simbólicamente, del lado del corazón. En la misma letra que el mío, y del mismo tamaño.

—Pero te amo más a ti – murmuré sobre sus labios atrayéndolo de la camisa.

Pegó mi cuerno contra el suyo, y deslizó su boca a la mía.

Nos fundimos en un intenso beso que hacía que se me aflojaran las piernas.

—¿Y qué hay del almuerzo? – se quejó Emily, divertida.

Me aparté de Christopher, sonrojada y con la mirada baja, pero con una sonrisa en mis labios.

Él rió y se abotonó la camisa.

Derek, el pequeño bebé en brazos de su hermana, estiró sus bracitos hacia él.

Él lo tomó en brazos y le hizo caras raras esperando la reacción del bebé, el cual comenzó a reír con entusiasmo.

—Será tan lindo como su tío – nos dijo Christopher besando la pequeña cabeza de Derek.

Ambas reímos.

—¿Emily, acaso tienes otro hermano? – dije fingiendo asombro y ella estalló en carcajadas.

Christopher me fulminó con la mirada.

—Tu tía es muy mala, ¿Verdad? – le preguntó al bebé.

Para asombro de todos, Derek negó con la cabeza.

Y todos volvimos a reír, provocando que la criatura también lo hiciera.

—¿Quieres a tu mami? – le pregunté acariciando su rosadita mejilla. El bebé asintió – ¿A tu tía? – volvió a asentir y sonreí – ¿Y al feo de tu tío? ¿Lo quieres? 

Derek se quedó quieto mirándonos a ambas con sus preciosos ojos azules.

—Sí, amo a mi guapo tío – dijo Christopher con la voz aguda y escondiendo su boca detrás de la cabeza del niño. Yo reí.

El bebé alzó una manita y me tocó la mejilla. Sonreí. ¿Alguna vez podríamos tener Christopher y yo un bebé? La simple idea me hizo sentir fresca, nueva y llena de posibilidades.

Emily desapareció de la sala con una sonrisa pícara, y dejando a Derek en brazos de su tío mientras yo terminaba el almuerzo.

Christopher, que parecía haber adivinado mis pensamientos, dijo.

—¿Te gustaría tener hijos alguna vez?

Yo le lancé una mirada breve y luego sonreí.

—Por supuesto.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora