{Narras Tú}
—¿Cómo estás preciosa? – dijo mi mejor amigo del otro lado de la línea – Falta muy poco para vernos.
—Lo sé, ya no aguanto – casi chillé – ¿Cuándo es el vuelo?
—Mañana por la tarde.
—Los iré a buscar – dije ansiosa.
—Más te vale, no conozco absolutamente nada de Estados Unidos.
—Créeme que con todo el tiempo que he pasado estudiando, yo tampoco – suspiré con una sonrisa.
—Ah eso, por cierto, felicidades encanto. Estoy orgulloso de tu licenciatura – me dijo él con tono parental.
—Gracias, y ya muero por verlos. ¿Has hablado con Sofía? – pregunté nerviosa.
—Sí, y he de advertirte que apenas te vea te lanzará un gran sermón de "por qué no debes dejar el país sin antes avisarle a tu mejor amiga" – la imitó y me eché a reír.
—Bien, nos vemos en el aeropuerto de Los Ángeles en dos días, no quiero hacer que te quieras cortar los testículos cuando te llegue la cuenta del teléfono – él rió – Te amo, Erick.
—Te amo, monstruo, nos vemos en dos días cariño – se despidió.
Corté la comunicación y volví a mirar el diploma en mis manos.
Diablos, más de dos años esperando esto.
Del medio millón de dólares que había heredado de mi abuela, aún me quedaba bastante. Había vendido las propiedades en Ecuador, y en cierto punto me arrepentía. Con el corazón destrozado, pensé que no volvería allí. Pero ahora me daba nostalgia pensar que allí había iniciado mi vida.
—¿En qué piensas? – preguntó Joel a mis espaldas sobresaltándome.
Pestañeé con fuerza y luego suspiré.
—En que... – me dí media vuelta y casi me paralicé – ... en lo guapo que te ves solo con unos jeans – mordí mi labio inferior observando su marcado abdomen.
—¿Con camisa no me veo guapo? – hizo un tierno puchero.
—Claro que sí – me sonrojé cuando su mano descendió desde mi cintura hasta mi trasero.
Él sonrió complacido.
—Ve a bañarte y vamos a cenar – acarició mi cabello.
Bien, en menos de quince minutos aterrizará el avión que trae a mis mejores amigos.
—Cálmate bebé – me pidió Joel al verme dar vueltas una y otra vez.
—Es que... Demonios, los extraño demasiado – admití revisando la hora.
—Dime cariño, ¿Ellos saben de nosotros?
Tragué saliva. Si bien nunca perdíamos la comunicación, había pasado por alto contarles ese pequeño detalle. Es decir, sí les había dicho que Joel estaba en California, pero jamás les había mencionado que estábamos juntos.
—¿No lo has hecho, verdad? – preguntó con una sonrisa pero con decepción en los ojos.
—No, lo siento, es que no sé como lo van a tomar.
—¿Es malo que seamos novios? – preguntó arqueando una ceja.
—No, claro que no, pero sabes, Christopher y tú... – empecé.
—Lo sé, no te preocupes. Esperaré hasta que estés lista para decirles – me aclaró serio.
—Eres tan... – dije sonriendo mientras buscaba las palabras.
—¿Perfecto? Lo sé – completó riendo.
Acaricié su mejilla.
—Más que eso – susurré acercándome.
—¿Pero qué tenemos aquí? – dijo alguien a mis espaldas.
—¡Erick! – chillé corriendo a sus brazos.
Mi corazón comenzó a palpitar rápidamente. Tenerlo cerca de nuevo me llenaba el corazón, él era como una pieza de un pequeño rompecabezas emocional.
—Hola preciosa – susurró Erick en mi oído – Sigues oliendo igual de bien que siempre.
Me reí en sus brazos.
—¡Qué caballero Erick! ¡Gracias por traer las maletas hasta aquí! – dijo Sofía sarcástica.
Solté al trigueño y me quedé atónita al verla.
Su cabello ya no era castaño, sino un rubio casi platinado con unas mechas californianas en color rosa pastel.
La miré entornando los ojos.
—Hablaremos más tarde, pero ¿Para mí no hay abrazo? – dijo abriendo los brazos.
Corrí a abrazarla, diablos, como los extrañaba. Sollocé en su hombro y ella acarició mi pelo.
—No seas llorona, vamos. Quiero recorrer todas las tiendas. Dicen que aquí está lleno de tiendas por todos lados – me dijo y yo reí.
{Narra Christopher}
—No, los papeles ya están hechos y el contrato firmado – dije involuntariamente severo.
Scarlett me miró cohibida, mordió su labio y luego se marchó.
El sonido de mi celular me alertó de un mensaje.
"_____ volverá a Loja en menos de un mes".
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Enamorada de un Mujeriego | Christopher Vélez
Фанфик...y entonces descubrió que sin amor, todos los besos saben a lo mismo...