Capítulo 106

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{Narras }

—Espera un momento – dijo Sara mirándome como si intentase recordar algo. Luego miró fijamente a Christopher sorprendida quien, patéticamente, se hizo el distraído – ¿Ustedes iban a la universidad juntos, verdad? – luego de un momento, asentí – Oh, ahora te recuerdo, tu eras su amiga, _____.

No sé qué me dolió más. Si que Christopher le haya contado de mí a su nueva novia, o el hecho de que le dijo que yo era su "amiga".

—Sí – dije con una sonrisa – Bueno, debo irme. Gracias por el almuerzo Zabdi – dije dirigiéndome únicamente al panda.

—¿Quieres que te lleve? – preguntó él.

—No, gracias. Me queda cerca – respondí al instante.

Momento incómodo.

Zabdiel besó mi mejilla en despedida, ¿Se supone que debo despedirme de Christopher también?

—Nos vemos – dije despidiéndome con la mano y una sonrisa fingida.

Caminé intentando no tropezar y caerme, o cualquier cosa que fuera a arruinar mi salida de allí.

Escuché como la conversación volvía a reanudarse un momento después de que me alejé. Entonces todos estaban tan incómodos como yo.

Luego de aquel encuentro, no volví a saber de Christopher. Procuré que tampoco se me metiera mucho en la cabeza, aunque ciertamente el vivía allí, en algún rincón de mi mente, y en la mayor parte de lo que quedaba de mi corazón.

Suspiré. ¿Por qué no puedo olvidarlo? Me ha lastimado demasiado y yo sigo siendo tan estúpida como para necesitarlo.

Me encontraba navegando en internet, cuando una llamada me volvió a la realidad.

—¿Sí? – respondí algo confundida.

—¡Cielo! – casi chilló Joel del otro lado – ¡Estoy en Ecuador!

El corazón comenzó a latirme desenfrenado. ¿Así que eso era lo que necesitaba para sentirme viva?

—¿Qué? Aún falta una semana para que concluya el papeleo – le dije sorprendida.

—No importa, te extraño demasiado – murmuró él con cariño.

—Eres un loco – reí divertida.

—Un loco que te ama – rió Joel también – Envíame en un mensaje tu dirección. Nos vemos en media hora – se despidió.

—Gracias. Te... – una imagen de Christopher flaqueó mi cabeza – Te amo.

Del otro lado de la línea, solo se escuchó el silencio.

—Mejor nos vemos en quince – dijo él con una carcajada.

—Eres un loco – repetí con una sonrisa.

—El amor carece de sentidos, mi cielo – dramatizó.

{Narra Christopher}

Miel se removió incómodo sobre mi regazo, cuando Sara se sentó a mi lado en el sofá.

—Así que esa era _____ – dijo pensativa – ¿Tu ex?

Suspiré algo molesto. El término "ex" asociado a _____, me dolía demasiado.

—Sí.

—¿Y? – empezó ella esperando a que dijera algo.

—Y nada – respondí seco – ¿Necesitas algo? – cuestioné sin mirarla mientras acariciaba las orejas de Miel.

—¿Cuándo conoceré a tus padres?

—Ya los conoces – respondí automáticamente.

—Vamos Chris, no los veo desde que éramos adolescentes. Quiero causar una mejor impresión.

Reí ante su comentario. La última vez que Yenny había visto a Sara, esta última era la típica zorra del instituto, y yo, como siempre, el estúpido perdedor enamorado.

—Bien, organizaré una cena – le dije mientras tomaba al chihuahua en brazos, y me dirigía a la puerta.

—¿A dónde vas?

—A pasear al perro – mentí.

—Pero si tenemos jardín – dijo ella divertida.

—Lo sé – solté y me fui.

{Narras }

El timbre sonó y los nervios se apoderaron de mí.

Corrí hacia la puerta como si mi vida dependiera de ello.

Sus ojos oscuros fueron lo primero que ví, antes de lanzarme a sus brazos.

—¡Te he extrañado tanto! – sollocé en su hombro mientras él me estrechaba contra sí.

—Ven aquí – dijo acorralándome por la cintura y llevándome en brazos hasta el umbral.

Se acercó peligrosamente a mi rostro.

—¿Qué haces? – susurré divertida cuando me apoyó contra la pared.

—Ten en cuenta que he extrañado todo de ti, pero sin esto no puedo vivir – dijo con una sonrisa y luego me plantó un fogoso beso en los labios. Su lengua entró en guerra con la mía, y su mano se afianzó en mi cadera.

Lo solté con dificultad, y la respiración agitada.

—Tengo vecinos, ¿Sabes? – me quejé sin aliento pero con una sonrisa.

—¿Y? – dijo él confundido.

—Nos pueden ver – solté una carcajada.

—¿Y? – repitió él, pícaro.

—¡Joel! – volví a quejarme al adivinar su pervertido pensamiento.

Él se rió y me abrazó. Me puse de puntillas y apoyé el mentón en su hombro, disfrutando de la alegría de tenerlo cerca.

La cual no duró mucho, al notar quién nos observaba a unos cuantos metros, y con Miel en sus brazos.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora