Capítulo 20

8.8K 546 51
                                    

{Narras Christopher}

—Christopher, si quieres bajarte, solo dilo – me advirtió_____.

—Estoy bien – mentí, estaba temblando.

La miré y ella notó el pánico en mis ojos. Sonrió y me tomó la mano.

—No te preocupes – apretó su mano contra la mía.

Le sonreí.

Comenzamos a movernos. Supe que la atracción que _____ había elegido era una de las más populares por la cantidad de gente traumada y enloquecida que salía de ahí.

{Narras }

No solté su mano en ningún momento. Cuando el carril comenzó a dar vueltas empecé a gritar como loca. Aunque aún así no escuchaba mi propio sonido ya que todo el mundo gritaba. Él apretó mi mano fuerte. Zabdi y Joel gritaban cosas como "Quiero ver senos" o "La morena de atrás mío está que se parte", y yo intentaba contener la risa.

Una vez que bajamos, Christopher estaba pálido.

—¿Fue tan malo? – pregunté mientras me acercaba a él.

Él me miró un segundo y volvió su vista al mismo lugar.

Seguí su mirada con los ojos y noté a una chica de gran cuerpo y cabello color rojo que se acercaba decidida.

Fruncí el ceño cuando esta se abalanzó a los brazos de él.

—¡Lindura! – chilló la chica que parecía unos cuantos años mayor que él.

Miré a Zabdiel y él la miraba con fastidio, al igual que Joel.

—Andrea – susurró Christopher.

—¿Cómo has estado? – sonrió la tal Andrea.

—Bien, eso creo – respondió él siendo interrumpido por un sin fin de besos de aquella pelirroja.

Sentí como el alma se me caía a los pies.

¿Acaso era necesario soportar aquello?

Bajé la vista al suelo y arqueé una ceja.

—Creo que debería irme – le dije a Joel y a Zabdi mientras Andrea charlaba con Christopher.

—Oh, vamos _____, vayamos a otra atracción, ¡Por favor! – rogó Joel dramáticamente.

Sonreí sin ganas.

—Bien.

Empecé a caminar sin rumbo del brazo de Joel y de Zabdiel, mientras sentía los ojos de Christopher fijos en mi espalda.

Subimos a cada maldita atracción del parque pero yo ya no demostraba ni la mitad de emoción que al principio.

La pelirroja se había unido a nuestro paseo. En realidad, era muy bonita y agradable. Pero yo la odiaba solo por el hecho de estar cerca de Christopher, con el cual yo no había cruzado palabra desde su encuentro con ella.

—_____ – dijo de repente Andrea con una sonrisa no del todo falsa – ¿Qué eres de Christopher? – preguntó.

Los tres hombres habían ido al baño así que yo esperaba sentada sobre un banco blanco y Andrea a mi lado.

—Nada – respondí tajante.

—Pues eso es bueno – empezó la pelirroja.

—¿Porqué? – noté como los chicos se acercaban.

—Eres muy pequeña para él, quince años, él podría ir preso por estar contigo – me quedé perpleja mientras Christopher llegaba y me miraba con una sonrisa cómplice.

—Primero que todo, tengo 18 años, no quince – aclaré enojada – Y segundo, ¿Acaso cuantos años tienes tú? ¿Cuarenta? – los chicos estallaron en carcajadas mientras Andrea me miraba evidentemente enojada.

—Bien, me voy a casa – le dí un beso en la mejilla a cada uno, y me dolió en el alma haber ignorado a Christopher cuando me habló.

—Un gusto – le dije a Andrea y sonó a patética mentira.

Me alejé casi corriendo a la salida del parque y de repente sentí una mano sobre mi brazo.

—¿A dónde vas? Y más sin despedirte – susurró Christopher en mi oído mientras me apretaba contra la pared exterior que rodeaba el parque.

—Ya dije adiós – no quería mirarlo a los ojos.

—¿Estás celosa? – preguntó mientras besuqueaba mi cuello.

Lo aparté con las manos sobre su pecho.

—No – dije firme intentando que no se note el temblor en mi voz.

—No sé ni para qué lo pregunto, sé lo que estás – noté un breve lametazo en mi cuello que me azotó como una descarga eléctrica – Andrea es solo una amiga.

—Una amiga – repetí – Ni tú te la crees.

Y allí fue cuando caí en la cuenta. Yo no era nada de Christopher. Era su amiga. Amiga casual. Al igual que Andrea. Me sentí la más zorra del planeta.

Solté una lágrima y la sequé rápido antes de que Christopher se diera cuenta.

¿Porqué estaba haciendo tanto drama? No quería alejarme de él, pero mi orgullo estaba comenzando a dañarse.

Me estaba usando, y yo lo sabía.

—Llévame a casa.

Él me miró. Parecía enojado.

—Bien – respondió cortante.

Una semana después...

Ya no pasaba todas las tardes en casa de Christopher, mis saludos apenas consistían en un frío "Hola" o "Adiós", desde aquel día en el parque.

No voy a decir que tenía el corazón roto, pero la lejanía de Christopher me mataba.

Lo necesitaba.

Era lunes, y empezaría de nuevo las clases. Primer día. Genial.

Agradecí no tener que usar un ridículo uniforme.

Enamorada de un Mujeriego | Christopher VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora