{Narras Tú}
Un día.
Al fin podría relajarme al menos un poco. Las cosas parecían estar queriendo salir bien.
El asunto de la música estaba arreglado por parte de Zabdiel. Y algunos otros shows que habíamos arreglado Yenny, Sofía y yo.
El delivery listo y ordenado gracias a Johann.
Las confirmaciones de las invitaciones estaban casi todas.
Y finalmente hoy iría por el segundo regalo.
Luego de mis clases, salí junto a Erick.
Nos dirigimos a una de las tiendas de música más completa y genérica de Loja. Gracias al cielo, no quedaba muy lejos del pueblo.
Al entrar, el sonido de la campanilla anunció mi llegada.
Me dirigí inmediatamente al mostrador y esperé a que el vendedor terminara su llamada telefónica.
Mientras tanto me dediqué, maravillándome, a observar la gigantesca tienda, cada pared cubierta por miles de CD's de distintos géneros y artistas.
Esto definitivamente era el paraíso de la música.
—Dime – dijo el vendedor de cabello rubio al finalizar su llamada.
—¿Sin Bandera? – arqueé una ceja y él sonrió triunfante.
(...)
—Lo he conseguido – anuncié a Sofía y Johann cuando llegué a la casa.
—Es perfecto, estoy seguro que le encantará – dijo Johann mirando la reluciente portada.
—¿Yenny ya te ha enviado el vídeo? – preguntó Sofi.
—No lo sé, dijo que lo enviaría aquí, déjame que revise el correo.
Volví a salir de la casa y fui hasta el buzón de correo.
Tanteé entre cartas, y en efecto, allí estaba.
Yenny había recopilado unas cuantas fotos de Christopher desde niño hasta mayor, y las había organizado cronológicamente en un vídeo. El cual pasaríamos durante esa misma noche.
Demonios, con todo el asunto de la fiesta se me había olvidado. ¿¡Qué demonios vestiré!?
—¡Sofía! – grité mientras corría por el pasillo.
—¿Qué? ¿Qué sucede? – preguntó ella alarmada.
—Olvidé la ropa que me pondré – sentencié y ella se puso pálida.
Johann entró y nos miró a ambas estáticas y sin decir nada.
—¿Sucede algo? – cuestionó mientras mordisqueaba una manzana.
—¡El vestido! – gritamos ambas corriendo directo al auto.
—Mujeres – se quejó él a nuestras espaldas.
A seis horas.
—Ven aquí – dijo Christopher acercándome a él.
Plantó un beso apasionado y necesitado en mis labios.
Guié mis brazos por detrás de su cuello y lo acerqué a mí, sintiendo como mi alocado corazón latía desbocado. ¿Cómo era posible que solo horas sin su compañía me pusieran tan sedienta de él?
Apretó sus brazos entorno a mi cintura y deslizó sus labios desde mi mandíbula hasta mi oreja.
—¿Vamos al cuarto? – sonaba más a una afirmación que a pregunta.
—¿Qué tal si vamos a cenar? – pregunté naturalmente dándole inicio al plan.
—Uhm... – dijo indeciso pero con una sonrisa pícara.
—Vamos, tómalo como una cena de cumpleaños – le dije y él sonrió – Nos vestiremos elegantes, cenaremos en un restaurante caro. Luego volveremos y ya sabes el resto – su expresión derivó a entusiasmo – Ve a ducharte.
Él levantó su mano e hizo uno de esos extraños saludos de militares.
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Enamorada de un Mujeriego | Christopher Vélez
ספרות חובבים...y entonces descubrió que sin amor, todos los besos saben a lo mismo...