- ¿la princesa volverá a comer en su habitación?
- s-sí, de nuevo...parece sentirse mal, ella pidió que esta vez la comida fuera menos
- ya veo, entonces así será, sólo espera unos minutos ¿sí?
Una señora que oscilaba ya entre la adultez y la vejez, de facciones bondadosas y un cabello rubio que comenzaba desteñirse por la edad era la jefa de la cocina que se encargaba de la alimentación de la familia real. Su posición era tan importante y antigua que no había ni un sólo empleado que no le tuviera respeto. A pesar de su aspecto amable, ella la mayor parte del tiempo podía ser muy severa con los aprendices, pero tampoco se dejaba odiar, en realidad, nadie lo hacía y Kondor le tenía especial aprecio.
En todo I-Verall, no existía nadie que cocinara tan bien como Grilka que literalmente nació en la cocina y sus primeros juguetes fueron los cuchillos y tenedores. No hay mucho qué decir sobre su casi monótona vida, ya que en más de sesenta años, las cosas no habían cambiado demasiado para ella que jamás tuvo hijos, ni maridos...los días de su joventud en la que disfrutaba ver a la gente de la alta sociedad suspirar y sonreír por su comida fueron como un sueño que cuando despertó...ya estaba vieja.
¿Qué era vivir la vida?
¿Acaso habría alguna cosa de la qué arrepentirse?
Grilka no tenía la respuesta, a pesar de ser una señora a más de la mitad de su vida, su sabiduría se limitaba sólo en el aspecto culinario...ella jamás salió a conocer el mundo, jamás tuvo aventuras divertidas...pero nunca se quejó, ya que ella hasta alrededor de los cincuenta siempre había sido una persona introvertida que le gustaba estar encerrada entre cuatro paredes, inventando siempre nuevos platillos y evitando salir al exterior, para eso siempre mandaba a los cocineros a su cargo a comprar al mercado de la ciudad.
La velocidad en la que terminó el desayuno ligero para la princesa Eldawyn escapó de toda lógica.
- no te tardes, no vaya a ser que se enfríe en el camino ¿oíste?
- ¡s-sí!
El chico recibió la bandeja con un plato, encubierto por una pequeña cúpula de plata. No dejaba de asombrarle lo increíblemente rápida que era esta mujer.
Y con mucho cuidado pero a la vez a paso rápido el chico salió de la cocina para dirigirse a la habitación de Eldawyn que últimamente la daban mareos repentinos y su rendimiento había reducido notablemente en los últimos días dejándole parte del trabajo a los consejeros o a su padre que había recuperado parte de su buena salud.
Con la cabeza medio agachada él pensaba con frustración y cierto rencor...sentía que esto era su propia culpa, haberse enamorado de una mujer que estaba fuera de su alcance desde el principio, él sabía que ella sólo lo utilizaba como objeto para desalojar estrés, era por eso que primeramente Eldawyn lo había sacado de su miserable vida cuando aún era un niño. Nada era gratis, en un principio sentía repugnancia, pero conforme pasaba el tiempo, le había tomado gusto... Pensaba que así estarían para siempre, no le importaba si ella no lo quería, acostarse con ella y estar a su lado siempre era su felicidad. Pero ahora ese lugar había sido ocupado por otro, un hombre extraño que supo atrapar el corazón solitario de Eldawyn que no dejaba de pensar en él desde que se fue hace un mes.
Celos...era algo que jamás había sentido en la vida, pero ahora estaba muy presente en él.
Antes de que Jolck tocara la puerta, esta se abrió súbitamente mostrando a la princesa que estaba por salir, incluso ya se había vestido de forma casual para continuar sus labores, sobretodo ahora que estaba atareada con los nuevos reclutas que habían sacado de la ciudad y distintas aldeas que estaban dentro de los dominios de Virralfa. Las demás ciudades no habían sido notificadas, eran territorios aparentemente insignificantes con los que Eldawyn estaba trabajando en secreto para sacar al país adelante. No podía simplemente sacrificar a esa gente cuya población era relativamente baja en comparación a los conejos que habían en la capital.
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Necroromancer Online
Fantasy¿Te imaginas a un tipo gordo otaku convirtiéndose en un ser Supremo? Sí, así es...increíble ¿no? Pues esta es la historia de Dio, un joven de preparatoria que a pesar de ser un tipo obeso posee una especie de suerte para conseguir hermosas amigas. N...