Chapter 108

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De manera inmediata, todos los sirvientes de Dio, incluso Seira que estaba encerrada alzaron la cabeza con expresiones alarmadas al mismo tiempo.

¿La razón?

Su amo estaba en gran peligro, nada comparado con el que haya experimentado antes.

Obviamente, todos se pusieron en alerta y los más cercanos, Rinoa, Raiko, Neon y Sako fueron inmediatamente al lugar al que había ido Dio junto con Tomura.

La señal que estaban recibiendo en sus cabezas daban alarmas rojas como si fueran punzones. Hasta ahora nunca había ocurrido, ni siquiera Tori que era la más antigua había recibido nunca una señal de peligro en su cabeza, pero supo en el momento que se trataba de la seguridad de su amo, incluso Sako que le daba muchas libertades corrió como nunca en su ayuda.

- ¿Qué es éste dolor? Por alguna razón me siento muy ansiosa y preocupada por ir hacia mi amo- comentó Raiko sin entenderlo.

- ¿Acaso no es obvio? Él está en peligro- le dice Rinoa que tenía lista su odachi para desenfundar en cualquier momento y Neon hizo aparecer unas ostentosas revólvers en sus manos a la vez que decía:

- Prepárense para lo que vayan a ver...

- ¿A qué te refieres?- le preguntó Rinoa que dejaba su expresión seria por una más asustada al igual que Raiko, pero Neon no les respondió, su expresión sombría lo decía todo.

Cinco segundos fueron lo que se tardaron en llegar y lo primero que vieron, los hizo quedarse paralizados.

¡Dark Souls! ¡¡100%!!

Un golpe que se manifestó como una desvastadora explosión.

La situación era tan desesperada que Dio forzó la liberación del alma a su máxima potencia recibiendo así, un aumento monstruoso de poder para acabar con la criatura que había salido volando tras el impacto que arrancó toda la nieve del terreno en un área bastante impresionante.

A pesar de ese ataque tan impresionante, los sirvientes no estaban preocupados por eso, sino en el estado crítico en el que estaba su amo.

Sin sus dos brazos, la mitad de su cara desgarrada, su torso casi expuesto en carne viva y perdiendo alarmantes cantidades de sangre.

- ¡¡Dio-sama!!

La que gritó fue Rinoa que casi lloraba al ver a su querido amo siendo destrozado.

- Im...presionante...te comeré...

- ¡Ustedes! ¡¡VÁYANSE INMEDIATAMENTE!!

Dio, al percatarse que sus sirvientes habían venido en su ayuda, su decisión había sido inmediata.

- ...¿Qué?

Los cuatro se habían quedado congelados por un momento al escuchar esas palabras. Simplemente era imposible dejar a su amo a su suerte.

- ¡Pero Dio-sa-...

- ¡¡ES UNA ÓRDEN!! ¡¡VÁYANSE!! ¡ALEJEN A LAS DEMÁS DE ESTO!

La criatura que tenía la apariencia de Hancock, una mujer que Dio había conocido en el pasado nuevamente arremetió con ataques simples, pero desvastadores, lo suficiente como para romperle las costillas a Dio de un sólo empujón, pero él, no quedándose a recibir daño hizo lo suyo utlizando uno de los hechizos que más tiempo le llevó aprender.

¡Artema!

Un hechizo que mejoraba con el tiempo, su función es borrar literalmente a un enemigo a niveles moleculares. Era un hechizo que estaba escrito en los libros que tenía Reika y de la cual ni siquiera su madre Eupheria había logrado dominar.

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