Sorpresa

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El amante secreto

Dentro de una bella iglesia adornada de oro, estatuas y flores se celebrará una hermosa boda como las de los cuentos de hadas, o al menos así el periódico la anunció. Un príncipe y una noble doncella se unían ese viernes 14 de mayo bajo la luz del sol que se fugaba por los vitrales de la iglesia.

Frente al altar se juraron de blanco amor y respeto para la eternidad mientras se miraban a los ojos con una sonrisa en sus labios con los ojos de todos los espectadores nobles sobre ellos, también estaban por ahí las cámaras de la época tomando constancia de aquel bellísimo suceso.

—Pueden irse en paz —Hablo el sacerdote después de dar la bendición.

Los novios, ahora esposos, salieron de la mano con una sonrisa para ser cubiertos por la lluvia de arroz de todos los presentes, al ser la boda del príncipe que era tan querido en el reino había muchas personas y entre el clamor de los invitados nadie noto un anillo que al suelo cayó.

Entre tantos invitados había un amante despechado viendo la alegría escapar de sus manos...

«Malditas sean las costumbres. Malditas sean las personas. Y maltidas sean las iglesias por meter estas malditas ideas» Esos eran los pensamientos de aquel pobre amante.

[...]

Entre apariencias los meses pasaron y el matrimonio, de aspecto ideal, no intercambiaban más que vocablos a no ser que fuera un asunto oficial.

La infeliz princesa anhela el pasado, y algunas veces del nido voló buscando el calor que tanta falta le hacía en su lecho.

Aquella hermosa y templada tarde la princesa caminaba por los jardines del castillo que muy pronto sería de su marido, se suponía que debía llevar a sus damas de compañía pero ella se había escapado para disfrutar de su soledad. Levanto un poco su ostentoso vestido para subir unos escalones de piedra que llevaban a una parte del jardín que ella disfrutaba demasiado, pasó una estatua pequeña observó que su lugar estaba ocupado por un joven al que conocía bien.

—Una tarde agradable, ¿no lo creé, mi señor?—Hablo ella dulcemente.

El joven de mirada perdida le miró e hizo una reverencia al momento.

—Por supuesto, princesa —Dijo él después de incorporarse de forma erguida.

—¿Disfruta de estar en la capital, mi señor? —Cuestionó ella mirándole de reojo.

—Es un poco ruidoso, pero sí, princesa. Lo disfrutó mucho y mucho más tener la oportunidad de ser parte de la corte del próximo rey —Dijo sonriendo de forma cortés —¿Usted disfruta de la capital, mi señora? —Le cuestionó él.

La princesa se sentía feliz, alagada con la atención que el joven le ponía ya que nunca le preguntaban aquello, ni siquiera su marido.

—Siempre soñé con vivir aquí desde muy pequeña, es un buen lugar pero echó de menos la fortaleza donde pasamos nuestra infancia —Le dijo ella y él se quedo serió un momento.

Bahía roja es una fortaleza reconfortable y calmada, muy fácil de extrañar, princesa —Dijo él con cortesía.

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