Cyclonno

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Sin título

Jose estaba sentado frente a la calle esperando el autobús para ir a casa, miraba el asfalto con gesto neutro pero mirada triste. Definitivamente no quería llegar a su casa, miro el sentido de donde vendría el autobús, suspiro y se levanto acomodando su mochila en su hombro para comenzar a caminar.

Con el paso de los minutos llego a una calle que era más como una especie de mercado ambulante, había mantas o mesones con diferente tipo de mercancía y un montón de gente intentando llamar la atención de los que ahí caminaban. Su mirada se fijo inevitablemente en unos chicos unos años menores que él seguramente haciendo destrozos en cada uno de los puestos mientras iban corriendo. Vio como tiraron una mesa donde una señora mayor tenía acomodadas pulseras, atrapa sueños, collares y piedras bastante bonitas. Regaron todo y nadie alrededor se preocupó en absoluto, Jose apresuró el paso y dejo su mochila en el suelo.

—Dejeme ayudarle —Dijo a la par que levantaba la mesa de la señora que muy a penas se levanto de la silla con ayuda de su bastón.

—Oh, gracias, mi niño. No sé que sería de las personas viejas sin jóvenes como tú —Ella le sonrió.

—No es nada, señora. Solo me gusta ayudar —Continuó tranquilamente levantando la mercancía de la señora intentando ordenarla nuevamente.

Para cuando término simplemente ayudó a la señora para que se levantará del suelo.

—Escoge algo, no es mucho pero tomalo como un pago —Le dijo ella señalando su mesa ya ordenada.

—No es necesario, no lo hice por eso. Pero gracias por la oferta —Le sonrió levemente.

—Bueno, pero antes de que te vayas por favor ayudame a sentarme y después prestame tus manos.

Jose obedeció mas que nada por que era una señora y no le gustaba llevarle la contra a los viejos. Ella miro su palmas palmas y asintió levemente, luego miro al chico.

—Eres tan bueno, aún cargando un alma tan rota... —Saco algo de su bolsillo —Esta piedra es especial, parece que no hace nada pero ella guía a lo que más necesitamos... Mantela cerca siempre —La puso en su mano izquierda y la cerro.

—Esto no es necesario, no puedo aceptar un pago por...

—No es pago, es un regalo —La señora le sonrió apretando su mano en puño sobre la piedra —Un regalo de un alma remendada a una rota, no puedes rechazarle eso a esta vieja.

Jose miró su mano, no entendía a lo que se refería pero solamente asintió y agradeció el regaló, se despidió de la señora y continuó su camino a casa.

Llegó y aún tenía la piedra en su puño, entró en casa y rápidamente encendió todas las luces que podía. Le parecía un lugar tan grande, pero claro, una casa construida para cinco personas con sólo una dentro la hacia ver enorme.

Calentó la comida que se preparó el día anterior y comió bien, después hizo tarea un rato y jugó en la consola otro más él solo. No dejó muy lejos la piedra de él, lo hacía más por qué fingía que era su compañía que por lo que de dijo la señora, finalmente subió a dormir y dejó la piedra bajo su almohada siendo apretada por su mano derecha esta vez.

"Un regalo de un alma remendada a una rota"

Esa frase aún rondaba en su cabeza, ¿se refería a que él estaba roto? Se sentía así a veces, pero que una desconocida lo dijera le hacia pensar demasiado en aquello, no lo comprendía por que lo tenía todo... Al menos eso decían sus padres cuando intentaba hablar con ellos.

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