Zarter

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Sin título.

Miguel miraba la ventana con deseo de salir, suspiró poniendo su mano en la ventana. La puerta se abrió y el niño cerro la cortina rápido, atemorizado mirando hacia la puerta.

—¿Que hacías? —Le cuestionó el niño que abrió la puerta.

—Nada —Mintió Miguel, no quería que nadie supiera que había abierto la ventana.

El otro niño cerró la puerta despacio para no hacer ruido, se acercó a Miguel y le sonrió. El castaño solo bajo su mirada al suelo de forma tímida, el otro acercó su mano a su rostro para intentar levantarlo pero Miguel se alejó.

—No tienes que temer, a mi no... Soy tu primo —Le dijo acercándose.

—A la abuela no le gusta que estés aquí —Dijo Miguel en tono bajo.

—La abuela se fue con mis padres. Así que no se dará cuenta de nada -Le informó simplemente -¿No quieres salir de aquí? —Le cuestionó y Miguel alzo la mirada tentando a asentir.

—No debo salir nunca, Pedro —Le dijo Miguel y se movió lejos de su primo.

El otro hizo una mueca leve de desilusión y se fue a sentar frente a su primo en la mesa que había en la habitación.

—Entonces... ¿Qué haces para divertirte? —Le preguntó Pedro.

Miguel miró a su primo y no comprendía porque seguía empeñándose en estar con él.

—Me gusta leer... Pero los libros ya los memorice, aburren —Dijo Miguel señalando un pequeño estante que tenía varios libros viejos de temas complejos.

Se quedaron en silencio, para Miguel era común estar así ya que era una de las principales reglas que tenía: No hacer demasiado ruido. Pero Pedro no tenía esa privación y amaba el ruido. Se alejó de la silla y se acercó a un muy viejo radio de la habitación para encenderlo cuando iba a tocar el botón Miguel tomo su muñeca y negó levemente mirándolo de forma casi suplicante.

Ambos tenían diez años y eran tan diferentes, vivían en mundos casi separados: Pedro iba a la escuela, tenia amigos, jugaba fuera, tenía montones y montones de juguetes que, algunos, ni siquiera usaba. Miguel, por el contrario, vivía escondido en una habitación de la gran casa de sus abuelos, siempre en silencio, no tenia muchos juguetes, amigos mucho menos y no salia de esa habitación nunca.

—¿En verdad no quieres hacer algo divertido? Siempre estas aquí... ¿Por que?—Le cuestionó Pedro insistiendo.

—No puedo hacer lo mismo que tú, si la abuela me ve fuera me castigará —Miguel tenía miedo en sus ojos siempre.

—La abuela no esta en casa, puedes venir conmigo —Pedro se acercó a la puerta y la abrió.

Miguel estaba parado detrás de la puerta algo intimidado, bajo su mirada al suelo y Pedro se vio en la obligación de cerrar la puerta molesto, no le gustaba la actitud de su primo... Pero claro que él no entendía por que era así.

—Si tanto quieres divertirte fuera ve tú solo. Yo no debo salir, ni dejar que alguien me vea —Le hablo como si fuera mayor que él.

—¿Por qué? —Interrogó Pedro y Miguel se quedó en blanco, él sabía lo que debía hacer pero no comprendía la razón.

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