Cyclonno

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Sin título

Juan había estado en un constante enloquecimiento las últimas semanas. Quería proponerle algo muy importante a su querido Jose pero quería que fuera especial para ambos, un acontecimiento perfecto que ambos recordarán para la eternidad.

Entró nuevamente a casa a altas horas de la madrugada intentando no hacer demasiado ruido. Pasó por el salón y pudo ver la televisión encendida, así que se acercó para apagarla, vio a Jose ahí dormido en una posición incómoda y pasado frío. Rodeó el sofá y se arrodilló a su lado, poniendo una mano suya sobre el brazo de Jose.

—Jose... Lindo —Llamó  Juan moviéndolo.

Jose despertó un poco y entre abrió los ojos para sonreír en dirección a Juan.

—Que bueno que llegaste bien —Le dijo bajó y Juan le sonrió de lado.

—¿Me estuviste esperando? —Le preguntó sintiéndose algo mal por llegar tan tardé.

—Si, y me alegra que hayas llegado por fin... ¿Me llevás a la cama? Me duele todo —Dijo haciendo un puchero leve.

—Por supuesto, cielo —Juan, con algo de ayuda de Jose, logró alzarlo y caminó hasta la habitación dejándolo sobré la cama.

—¿Te quedarás ya conmigo?—Le cuestionó Jose.

—Solo hago unas cosas más, mi vida... Después soy todos tuyo —Susurró besándolo en la frente.

—Está bien —Susurró Jose.

Para cuándo Juan volvió el menor estaba completamente dormido, ni siquiera sintió cuándo su novio entró en cama y lo abrazo por la espalda.

[...]

Juan estaban con Miguel intentando encontrar el anillo ideal. Mientras lo hacían Miguel sostenía una cámara enfocando a Juan y los anillos.

—Y bien, ¿tienes algo que decir? —Le cuestionó Miguel.

—Jose, no tienes la menor idea de lo difícil que es esto. Ojalá me digas que sí —Rió levemente y miró nuevamente los anillos, se quedó embobado mirando un par de anillos que me recordó algo —Los encontré y estoy seguros de qué los amarás —Sonrió a la cámara como todo un enamorado.

Miguel cerró la cámara y se acercó a ver el par de anillos que Juan veía con una sonrisa. Eran dorados y ambas tenían el mismos patrón por el centró.

 Eran dorados y ambas tenían el mismos patrón por el centró

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—¿Estas seguro? —Le cuestionó Miguel.

Juan asintió sonriendo, y llamando a un trabajador del lugar.

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