Zarcronno

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Sin título

Aún recordaba el día que se conocieron a la perfección, fue algo demasiado planeado por sus familias, ellos tenían cinco años cuando mucho, se habían agradado mucho en aquel entonces, jugaban todos los días que se les permitía.

Con el paso de los años dejaron de ser niños y pasaron a la pubertad, pero incluso ahí, con sus altos y bajos, permanecieron juntos como hermanos. Por que realmente ellos se sentían así, como si fueran familia.

La etapa más dura llegó cuando cruzaron la pubertad, a eso de los dieciocho años. Cuando sus padres les dieron la noticia de que realmente, desde el primer momento en que se vieron, ellos estaban comprometidos.

Recordaba lo distintas que fueron sus reacciones: Miguel se había enfurecido con sus padres, había gritado e incluso había jurado que no por ser omega haría lo que ellos deseaban por que él solo quería a Juan como a un hermano. Por su parte, Juan se quedo en silencio procesando la información que le habían dado, por supuesto que no estaba del todo feliz pero una parte de él se alegraba, “¿Qué mejor persona para mí que él?” ese era su único pensamiento, lo quería como hermano y eso era precisamente lo que no le pareció tan malo, al menos lo quería.

Miguel término en el altar a regañadientes, algo convencido por Juan que realmente era muy persuasivo. Más sin embargo, con el paso del tiempo, comenzó a notar en Juan aquellas cosas qué le gustaban más allá de un hermano.

Finalmente habían acabado siendo un matrimonio de verdad, uno con mucho amor.

Y en ese momento se encontraban actualmente, Juan llegaba a su casa después de un día de arduo trabajo, pero estaba feliz por que sabía que vería a su esposo otra vez.

—Llegue —Exclamó mientras cerraba la puerta, se quitó el abrigo y lo dejó en el perchero.

Justo cuando se dio vuelta Miguel lo recibió con un abrazó y un beso.

—Te extrañé —Hizo un puchero leve que desconcertó un poco al alfa.

Miguel podía ser un omega pero no era muy dado a ser delicado o tierno, la mayoría de las veces era tan sin filtro que podía ser catalogado como un cínico.

—¿Paso algo? —Le preguntó rápidamente.

—No, solo te extrañé —Le dijo y Juan notó ese aroma dulzón que desprendía.

No era como el de cuando estaba en celo, era más pesado, mas dulce. Más no dijo nada, solamente le sonrió y se encargó de hacerle saber que también le había extrañado.

[...]

El sábado por la mañana despertaron temprano por su reloj biológico más no se levantaron pronto. Estaban hablando y una idea se cruzó por la mente del alfa, poco a poco se acercó a su esposo y beso sus labios comenzando un beso bastante lleno de deseo, el omega se dejó llevar por el moreno.

En unos minutos estaban aún tentandose, Miguel estába debajo de Juan aún con ropa puesta, el moreno se tallaba levemente contra la entrepierna del omega con la intención de provocarle una erección.

—J-Juan... Para —Miguel habló cortado.

—¿De verdad quieres eso, amor?

—S-si... D-detente —Sintió que le dejaba besos en el cuello cerca de la marca.

—Es lo que siempre dices, amor —Dejo un beso sobre la marca.

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