125. El territorio de Minerva (2)

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– Primero que nada, es un hecho verídico, está comprobado y corroborado por el Marqués Quiral.

La explicación de Susana no es para mí, es para Ágata y ella desvía la mirada con enfado.

– Para llegar a la capital, el joven Alexis recibió ayuda de cuatro familias, Brea, Quiral, Celas y Katar, una vez en el castillo los pelotones de cada familia detuvieron a los guardias y crearon una distracción en el sur para mantener al ejército lejos de la capital, al final el joven Alexis peleó contra el rey Ramses Diaval y parte del castillo ardió en llamas, lo que escuché fue que el rey Ramses se rindió y después de ser perdonado tomó un marco de madera en llamas y golpeó al joven Alexis en la espalda, aunque otros dicen que fue una espada en llamas y hay quienes aseguran que el rey Ramses jamás suplicó por su vida y que la herida fue hecha en un ataque digno – se humedece los labios – lo cierto es que, en ese momento solo había dos personas, uno está muerto y el otro no habla al respecto.

Así que es eso, la herida en su espalda que sané por inercia en realidad fue una cicatriz de la batalla contra su hermano.

Alexis jamás lo mencionó, debí preguntar antes. Debo controlar mejor mi poder.

– Señora.

Susana tiene algo más que decirme – continúa.

– Sobre las cuatro familias que mencioné, ellos están esperando recibir algo a cambio de su ayuda.

Es comprensible, ¿por qué me está mirando con lástima?

– La próxima reina, debe salir de una de estas cuatro familias.

¡Oh!

Eso, tiene mucho sentido, prestaron sus ejércitos, corrieron riesgos, si Alexis no hubiera ganado la batalla el rey Ramses los habría condenado por traición.

Es normal tener aspiraciones, es completamente compresible, puedo entenderlo.

– Señora, ¿se encuentra bien?

– Estoy perfectamente bien, eso no es de mi interés y no pedí información sobre ese tipo de temas, pueden irse.

¿Qué estoy haciendo?

– Lo siento, no quise.

– Está bien, la dejaremos sola un momento.

¡Soy una persona terrible!, son las únicas personas que han sido amables sin ser parte de mi familia y me desquito con ellas, ¡por la diosa!, tengo que calmarme.

Nunca me interese en la política, el señor Sigfred leía el periódico cada mañana y cuando me sentaba en la mesa a esperar que todos ellos terminaran de comer más de una vez pude pedir el periódico, interesarme en lo que pasaba fuera de esas frías paredes, aunque fuera para liberar la tensión.

En lugar de eso viví ensimismada, consciente de mi propia tragedia sin jamás dar un paso y mirar por la ventana.

Mientras yo vivía la dura realidad de mi matrimonio, Alexis tenía sus propios problemas, y es normal que tenga propuestas para casarse por parte de las familias que lo dieron todo para ayudarlo.

Brea, Quiral, Celas y Katar.

Curiosamente, Barbara tiene razones para odiarme, resulta que, de las dos, es ella quien está en mejor posición de ser la mujer junto a Alexis.

¿En qué estoy pensando?

¡Estoy casada!

Tengo un esposo.

Qué lleve semanas sin pensar en él no lo desaparecerá. Así como el hecho de que sea un cretino miserable y tenga una amante no fue de ayuda para pedir el divorcio.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora