50. Encuentro predestinado (2)

3.5K 471 20
                                    

La misma habitación lujosamente decorada, el mismo techo alto, la pintura sanguinaria y las ventanas altas.

Lo único diferente en el castillo, es la expresión de la Marquesa Morgana, ella en realidad está sonriendo, es difícil darse cuenta porque la comisura de sus labios apenas sube, pero estoy bastante segura de que se siente feliz.

– Todo está bien – suelto sus manos y asiento.

Es muy pronto para que se note, pero puedo ver que se está cuidado y está tomando muchas precauciones.

– Haces bien tu trabajo, y escuché noticias de que los sirvientes de tu mansión se comportan mejor.

– Hago lo que puedo – ya sabía que Ágata y el señor Lionel le pasan cartas regularmente y estoy bien con eso.

– Debes ser cuidadosa, los depredadores no te atacarán cuando estás alerta, esperarán a que bajes la guardia y te sientas más segura. No lo olvides.

– Gracias por su consejo.

*****

Para visitar a la Marquesa tuve que curarme, significa que de nuevo debo sentir la mordida de la serpiente, ella mueve la cabeza cuando me ve llegar y al meter mi mano a su caja de cristal no duda en morderme.

La estoy alimentando tan bien y sigue mordiéndome, si no fuera porque esto es lo que quiero, me sentiría ofendida.

Con eso bastará, esto siempre duele, hay cierta presión en mi pecho, debo respirar profundamente, concentrar el veneno en mi mano y usar guantes para que el color amoratado no se note.

Falta poco.

Una vez que los sirvientes de la mansión se convenzan de que tengo el poder de hacerlos vomitar en arcadas salvajes con solo mirarlos podré deshacerme del veneno, en ese día bastará con paralizar sus piernas y ellos estarán de rodillas.

Suspiro.

Hubo un tiempo en que me aterraba la idea de contagiar de gripa a una persona, la sanadora dentro de mí llora cada vez que los sirvientes tiemblan al verme y todos mis preceptos morales se retuercen.

¿En qué me he convertido?

¡Está bien!, es un precio justo y estoy acostumbrándome a vivir de esta manera.

Siempre anticipando el momento en el que seré golpeada, como si en mi camino hubiera una gran piedra rodando desde una montaña, solo que no sé qué tan alta es la montaña ni qué tan grande es la piedra, y no lo sabré hasta que me golpee.

Los días pasan y sigo viendo los rostros de los sirvientes cubrirse de palidez ante mi presencia

Se que me maldicen en silencio y que me odian a muerte, pero, no más floreros rotos, no más comida desperdiciada ni accidentes inusuales y si alguno de ellos molesta a mis sirvientas ellas miran al pasillo y dicen mi nombre.

Si, ahora estoy siendo tratada como el fantasma que se lleva a los niños mientras duermen.

– Señora, enviaron una nota.

El asunto de la renovación Lionel lo solucionó, resulta que desde que la casa es en parte mía, el General necesita mi firma en los documentos para hacerlos válidos, ya que yo me niego a firmar, él sigue enviándome el mismo documento para que yo alimente el fuego de la chimenea.

No tengo problema, las noches son frías, hace falta mucho papel.

– ¡Quémala!

Me dirijo a mi pequeña oficina y veo a Lionel con las cuentas, cada vez que veo los números me deprimo, por suerte no tengo más gastos de vestidos ni zapatos.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora