27 Señora Sigfred (3)

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– Realmente interesante.

La sonrisa en el rostro de la Marquesa hace que me sienta nerviosa, tal vez estoy pensando demasiado, ella no podría usar esa información en su beneficio, al menos, eso espero.

– Te estoy poniendo nerviosa, no tienes que temer, soy una mujer anciana que añora lo que no puede tener, nunca le haría daño a alguien.

– Entiendo.

Ella, ¿bromea?, el número de hombres que han sido asesinados por sus órdenes supera los cuatro dígitos, solo es superada por su padre porque no es tiempo de guerras, si ese fuera el caso sin duda lo igualaría.

Ahora estoy más nerviosa.

– ¿Cuántas veces necesitaré que revises mi estado?

– Ya no es necesario.

– ¿En verdad?

– Me aseguré que así sea, su bebe se mantendrá, le doy mi palabra, lo que usted debe hacer es descansar, alimentarse y evitar los sobresaltos – en realidad, incluso si se sobresalta o tiene ataques de ansiedad, su embarazo se mantendrá, pero no quiero que se confíe, está embarazada, sufrirá todos los síntomas y no todos coinciden con el estándar de la ¡embaraza feliz y sonriente!

Ella toca su vientre con un gesto cariñoso y sus ojos se vuelven vidriosos – así será – luego me mira y su expresión cambia, el cariño que mostró un momento, debí soñarlo – parece que ha llegado el momento de irte.

Finalmente.

Además de algunos zapatos y vestidos, mi equipaje consiste en ochenta y nueve botellas de agua bendita, solo con verlas siento que soy rica, no compartiré ni una botella, bueno, tal vez le dé un par a Elizabeth, y el General podría necesitar unas cuantas si estalla la guerra.

Pero aparte de esas, no las compartiré, serán todas mías.

– Señora Sigfred – el ama de llaves me alcanza en la entrada – él es Sir Claude Evans, ha servido a la Marquesa por tres años, es bastante confiable y le garantizo que seguirá sus órdenes, él es Ignacio Lionel, es el hijo del notario Lionel y se graduó hace cinco años como abogado y ella es la Julia Ágata, mi hija, le servirán bien.

– No entiendo.

– La Marquesa le otorga estas tres personas para que no tenga problemas cuando llegue a su mansión.

Siento que estaré eternamente en deuda con la Marquesa Morgana – muchas gracias, cuidaré de ellos.

– Contamos con eso, que tenga un buen viaje señora Sigfred.

Se marcha y miro los tres rostros que me acompañaran de ahora en adelante, si puedo confiar en estas personas no tendré más preocupaciones, pero si trabajan para la Marquesa y no para mí, podría estar lanzándome a una prisión diferente.

– Es un placer conocerla señora Sigfred.

Evans se adelanta y abre la puerta del carruaje, me acerco y su mano se extiende, estorba un poco, así que me muevo a la izquierda para sujetarme del borde de la puerta y subir sin problemas.

Mi viaje comienza.

El interior del carruaje es lujoso y acojinado, hay suficiente espacio para que cuatro personas se sienten cómodamente sin que sus codos se junten, la alfombra es suave y sí lo deseo puedo recostarme y usar los cojines como almohadas.

Afuera el clima es frío, es un largo viaje.

Dormiré un poco.

Mis ojos se cierran y en pocos minutos me quedo dormida, este viaje es tan diferente al que tuve después de mi boda, aquel día podía sentir cada movimiento de la carreta, incluso aposté por el tamaño de cada piedra que las ruedas pisaban, comparado con eso, ahora es tan relajante.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora