81. La difícil vida de una Santa (1)

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Corte de cordero término medio.

El Duque Blelial tenía preferencia por ese platillo e insistía en que debía probarlo.

Por esa razón, el trozo de carne en su plato era de un hermoso rosa, tomó el tenedor y probó el primer pedazo gustosa de escribirle una respuesta al Duque Blelial.

Tres horas más tarde, se acurrucaba en la cama con un fuerte dolor de estómago – mamá, duele, duele mucho.

La Condesa se mordió los labios – tranquila hija, pronto dejará de doler – quiso golpear algo – pasará pronto.

Salió de la habitación hacia el pequeño cuarto con una sola ventana y miró a la niña con un libro muy grande y pesado para sus pequeñas manos – deja eso y ven aquí – tiró de su brazo.

Marjory no quería resistirse, corrió detrás de ella para igualar la diferencia en las zancadas y miró a su prima Isabela recostada sobre la cama.

– Si descubro que fuiste tú quien la enfermó, estarás en serios problemas, ahora arréglalo, rápido.

Marjory asintió y corrió de prisa para tomar la mano de su prima, estaba muy asustada, si se trataba de algo grave su madre la golpearía de nuevo, por suerte era un malestar leve – infección gastrointestinal, comió algo que la enfermó – habló en un tono de voz muy bajo, como si temiera decir las palabras incorrectas.

– ¿Qué fue lo que le hizo daño?

– Mamá, la carne

El sirviente que se atrevió a servirle un trozo de carne sin cocer a la Santa fue muy duramente castigado y la Condesa golpeó la pared con su puño.

Las dos crecieron en el mismo entorno, pero las atenciones eran diferentes, Bela comía los mejores platillos, se lavaba las manos con agua filtrada y su dieta era regulada, Marjory tomaba agua del pozo, se enlodaba y comía cuando los sirvientes recordaban alimentarla.

Entonces.

¿Por qué una se veía tan fuerte y la otra se enfermaba con un trozo de carne a medio cocer?

¡No era justo!

La diosa Ameritia estaba siendo injusta.

*****

Sus manos permanecieron sobre el bordado durante un largo tiempo sin agregar una sola puntada hasta que escuchó el rechinido de la puerta.

Por una pequeña abertura pudo ver a Marjory con un vestido sencillo y un trozo de tela cubriendo su nariz y su boca, la vio ponerse un abrigo y salir por la puerta de la mano de su madre.

De nuevo Marjory.

– Mamá – dijo al finalizar el día – la próxima vez, quiero ser yo la que salga a sanar.

La Condesa se acercó a su pequeña y le acarició la cabeza – este será un invierno muy crudo, no queremos que te enfermes, Marjory puede encargarse, mi pequeña, ¿no lo has entendido?, la diosa Ameritia envió a Marjory para que haga el trabajo duro y tú puedas descansar, tú eres la Santa, no es correcto que te ensucies las manos.

– Si no me ensucio las manos, ¿qué es lo que debo hacer?

– Ser hermosa y perfecta.

La Santa.

La representante de la diosa en la tierra.

Una imagen de admiración y ejemplo para todos los hombres y mujeres bajo los cielos.

Los vestidos sencillos se fueron y dieron paso a un desfile de telas, encajes y adornos aterciopelados, el cabello lacio fue recogido y sus orejas perforadas.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora