14 Abandonada (8)

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– Marjory – alcanzo a escuchar el grito de Isabela, en esa mesa es la única que dice algo sobre mi ausencia.

Regreso a la mansión y miro de frente a Amelia que me mira cruzada de brazos con un gesto de odio, como si fuera mi culpa por haber salido al jardín cuando ella trató de advertirme.

Aparentemente todo es mi culpa, yo le supliqué al destino que mi prima se perdiera en el jardín del castillo o que ella hubiera nacido tan hermosa como para cautivar a cualquier hombre y también pedí que el Duque Bastián fuera un hombre sin escrúpulos capaz de aplastar a cualquiera que se pusiera en su camino.

Yo no pedí esto y si hay de verdad una diosa en el cielo, se está comportando como una perra desgraciada.

¿Por qué tengo que soportar todo esto?

Si lloro ahora

No, no tengo tiempo para llorar, necesito pensar en una salida, podría escapar durante la noche e ir a la casa de mis primos, ellos podrían ocultarme, después podría trabajar como sanadora en el mercado, si mantengo un perfil bajo podría hacerlo.

Solo necesito un poco de dinero y tampoco planeo robarles a mis primos, en lugar de eso venderé las pocas joyas que mi padre me compró a lo largo de los años, debería bastar para vivir por unos seis meses.

Tengo que intentarlo.

La puerta se abre y Amelia entra, ella no tocó ni se anunció, de nuevo trata mi habitación como si fuera un pasillo.

– El señor me pidió que le diera esto, es un medicamento que dejó el médico.

– Dile que puede quedárselo, no necesito medicamentos.

Camina hacia mí con un vaso de agua en la mano – fue orden del médico, no queremos que se enferme.

– Soy una sanadora, si me enfermo puedo curarme.

– ¿No dejó el jardín porque se sentía enferma? – hay desdén y burla en sus palabras, para este punto, ni siquiera me importa.

– Déjalo en la mesa, lo tomaré más tarde.

Los medicamentos podrían ayudar, me harán recuperar mi energía más rápidamente, tomando en cuenta de que no puedo saber cuándo comeré y cuando me mataran de hambre.

Amelia no se ha ido, sigue con un vaso de agua en la mano y una pastilla en la otra – no me iré hasta que lo tome, es por su salud.

Esto es ridículo.

Lo tomo entre mis dedos apretándolo con fuerza, la pastilla es pequeña y de color blanco, un comprimido que deja una capa de polvo blanco sobre mi mano, el vaso de agua es casi empujado hacia mí, pongo la pastilla en mi boca y bebo el agua.

– Cualquier cosa que necesite estaré afuera.

Apenas se va, corro a escupir sobre una esquina de la habitación y me enjuago la boca, aunque puse la pastilla debajo de mi lengua puedo sentir el sabor amargo.

Eso no es medicamento, es un somnífero.

¿Para qué me necesitan dormida?, ¿qué quieren hacerme ahora?

Han pasado tres días desde que Isabela visitó la mansión, mis días han sido más tranquilos, ya sea a la hora del desayuno o la comida soy ignorada, pero por lo menos puedo comer, tomé la iniciativa de bañarme en el pequeño baño de mi habitación, voy a la cocina por una cubeta de agua y me ducho con ayuda de un balde y una toalla, el espacio en ese cuarto es tan pequeño que apenas hay espacio para la cubeta, yo tengo que pegarme a la pared y cuidar mi equilibrio.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora