2. Compromiso desafortunado (2)

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– Maestra, hay alguien del otro lado del pantano.

– Son los pacientes desahuciados, no te acerques demasiado.

El aire estaba contaminado y cada sanador debía usar una máscara para proteger su nariz y su boca, los guantes y la tela que cubría el pecho también eran necesarios.

Por causa de los huesos rotos, heridas de flechas y cráneos abiertos la sangre goteaba de todas partes, nadie adivinaría el color original de mi ropa, solo veían el rojo uniforme.

La falta de personal y escases de tiempo evitó que pudiéramos lavar las prendas, para todos los enfermos debió ser una vista terrorífica, la persona que iba a curarlos estaba bañada en sangre.

– El olor es asqueroso, ¿cuántas veces debo decirlo?, soy un huesero, no trabajo con carne muerta – en aquel entonces Patrick se quejaba todo el tiempo – maldita sea, Marjory quieres ayudarme a tratar con estos médicos que se les cayeron a sus madres cuando eran pequeños.

– En un momento, tengo que hacer algo – le respondí y corrí hacia el pantano, mis pies se hundieron enseguida y tuve que levantar la falda de mi vestido, era una niña de ocho años con el cabello rojo, los ojos almendrados y una máscara cubriendo gran parte de mi rostro, había salpicaduras de sangre en toda mi ropa.

No debió ser una imagen agradable.

Del otro lado del pantano se veían en la distancia varios hombres cavando agujeros, no les presté mucha atención y miré a los pacientes.

Todos eran niños.

El mayor entre ellos debía tener doce años y el más joven debía tener cinco, no pregunté dónde estaban los adultos, pensé que los habían agrupado por edades, ajusté mi cubrebocas y me acerqué al primero.

Temperatura, manchas oscuras y deshidratación por diarrea.

Soy una sanadora, mi poder es la transferencia de energía, puedo tomar la energía vital de un cuerpo y transferirla a otro para curarlo, también puedo tomar la energía negativa de un individuo y sacarla de su cuerpo junto con la enfermedad.

Mi poder no es simple, muchas veces después de extraer la enfermedad, el cuerpo humano queda extremadamente débil y existe riesgo de muerte, por esa razón no puedo simplemente curar a una persona, debo conocer su condición y muchas veces alimentarlo con mi propia energía vital, ese método también tiene riesgos.

Si tomo demasiado, podría morir.

Lo ideal es diagnosticar al paciente para no desperdiciar energía, si me enfoco los riñones y resulta que el problema está en la vejiga, habré desperdiciado tiempo y energía valiosos, después de identificar el problema hay que tratarlo, reparar el daño o extraerlo y al final usar medicamentos para que el paciente se fortalezca de manera natural y nosotras las sanadoras podamos pasar al siguiente paciente.

No es simple y no basta con tener la habilidad, para poder usarla, tuve que estudiar desde que anatomía desde antes de aprender a leer y aunque era una niña pequeña, tenía que hacer mi mejor esfuerzo.

En medio de los pantanos el problema era tener el diagnóstico correcto para usar los medicamentos apropiados o los mataría en lugar de curarlos.

Necesitaba a Elizabeth.

Me levanté y el chico al que había tocado me sujetó del brazo, era tan pequeño, debía tener seis años como mucho, delgado, cabello negro, ojos oscuros y con una apariencia tierna y muy linda, como un pequeño ángel atormentado, supe de inmediato que no podía dejarlo morir, toqué su mano cerrando los ojos y usé mi energía circulándola por su pequeño cuerpo.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora