96. La Sanadora Carmesí (6)

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No es la primera vez que veo sangre, cuando era pequeña la veía todo el tiempo, heridas graves, perforaciones, sangre batiendo el piso y trozos de piel deshilachados como si fueran tela además del aroma en el aire, pero esta sensación, es horrorosa.

– Detente – sostengo la mano de uno de los doctores a punto de amputar una pierna y toco al paciente con mis manos.

– ¿Qué está haciendo?

– Ayúdame a detener la hemorragia – sedo al paciente para que se duerma y me concentro en la herida.

– Tenemos que amputar.

No necesariamente – ¿vas a ayudarme?

La batalla debió ser horrible, una vez escuché que los Barbaros pelean con grandes hachas y físicamente son más grandes, su estilo es salvaje y no le temen a nada, siguen peleando, aunque sus vidas estén en el borde, por las heridas de estos hombres, creo las historias, las creo todas.

Ojos perdidos, hombros con grandes aberturas, es una suerte que los hayan sacado del campo de batalla, pero sus heridas son muy graves, tengo miedo de que mientras estoy curando a los primeros treinta, los últimos mueran.

No ayuda que todos ellos se muevan y luchen contra los anestesiólogos, en el pasado Elizabeth los dividiría según su padecimiento y me informaría de los que requieren atención inmediata, Patrick se encargaría de las heridas de huesos, Jazmín recuperaría la sangre de aquellos a los que ya curé y Romina haría entrar en estado de sueño a los que se mueven demasiado o no quieren ser tratados.

En su ausencia, lo ideal es sedarlos a todos antes de que empeoren sus heridas.

Respiro profundamente antes de inducirlos en un sueño profundo, la herida dejó de sangrar – pásame el cuchillo.

El medico duda antes de pasarme los instrumentos.

– Es diferente a lo que hizo ayer.

– Ayer los pacientes ya habían sido tratados, ustedes desinfectaron las heridas, extrajeron los objetos punzantes, detuvieron las hemorragias, bajaron la fiebre y cocieron las heridas, no quedaba mucho por hacer.

Remango mis mangas y continuo, en el tiempo que me toma llegar al siguiente paciente el resto de los médicos se ocupan de atenderlos.

Por la tarde el número sigue incrementándose, pero pronto veo más camas vacías que ocupadas.

El primer día quedé demasiado impresionada con la forma en que mi poder de sanación se comportó, hoy estoy más tranquila, las cosas que quería hacer y la impresión que quería dar, es más simple de esta forma.

Puedo acoplarme, puedo hacerlo.

*****

¡Lluvia!

Y soy la única persona con sombrilla, aparte de Ágata que camina a mi lado, exactamente, ¿cuál es el problema de estas personas?

– Señora, son soldados.

¿Y esa es toda la razón?

Estoy aprendiendo mucho más sobre los hombres de Tiara, son tercos, duros y desobligados, se pasan el día bromeando, si se hacen un corte en la mano escupen, taponean la herida aplastándola con su mano y si se infecta esperan de tres a siete días para ir a buscar a un médico.

Demuestran su valor exponiéndose a las temperaturas bajas sin camisa, fingen que nada les duele y cuando la herida es tan grave que no puede ignorarse, se vuelven bastante obedientes, también son algo leales, no son groseros ni agresivos, trabajan duro, soy muy respetuosos y siempre que pueden ayudar lo hacen.

Son personas muy amables.

Afuera del hospital hay varios árboles, hace tres días creo que vi un árbol, lo sé porque iba saliendo con Alexis y miré en todas direcciones buscando un lugar para esconderme, ahora hay varios árboles y las pesadas gotas que se deslizan por las hojas caen sobre la sombrilla.

Debí omitirlo, debo ser más observadora y notar estas pequeñas cosas. Dentro del hospital ubico al Doctor Julio Sebastián y la Doctora Natalia Crecia, son las dos personas con las que estoy más familiarizada y me hablan sin importarles que haya nacido en Undra.

Es agradable estar aquí.

*****

¡Interesante!

– Majestad traeré a un hombre para que se encargue.

– Hazlo – respondió secamente.

El árbol afuera de la ventana de Alexis estaba seco, la última vez que miró para buscar el hospital tuvo una vista directa a la esquina del edificio, en esa mañana tenía ramas entrando a su habitación, no había dudas, el árbol debía ser talado.

La pregunta era, ¿cómo pudo un árbol crecer en tres días?

La tierra del campamento era árida, seca y muy dura, y esa mañana los soldados despertaron para descubrir que debían pasar el día desenterrando brotes de esa tierra infértil.

Era como si el bosque los hubiera invadido y debían talar los árboles que invadían los edificios o bloqueaban los caminos.

Pero no todo era tan malo, algunos de los árboles eran frutales y llamaban a las ardillas y a las aves, lo que significaba que podían cosechar frutas en los siguientes días y cazar sin la necesidad de salir del campamento y arriesgarse a represalias territoriales por parte de Undra.

El General Brea dio un paso al frente – Majestad, si me permite podríamos usar esta situación a nuestro favor.

– ¿De qué forma?

– Haremos correr el rumor de que la diosa Ameritia bendijo nuestro campamento, tendremos el apoyo del templo y tendrá un impacto en los soldados.

Mirando el árbol que estaba a punto de ser talado, Alexis negó con la cabeza – no quiero involucrar al templo, puedes irte.

En la habitación se quedaron tres personas, Alexis, su asistente el Marqués Quiral y su media hermana, Barbara.

Al momento de que los dos primeros hombres se fueron ella debió dejar la habitación, pero se quedó un minuto más para tratar un tema importante – Majestad, sobre la sanadora – hizo una pausa – algunos de los hombres se sienten sospechosos, siendo una mujer del templo y esposa de un General – subió el tono de voz.

La mirada de Alexis por primera vez se centró en Barbara.

– Sospechan que podría ser una espía.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora